Se ha verificado que usualmente una pequeña cantidad de estos últimos experimenta mejoras como si se les hubiera brindado la droga, lo que se conoce como efecto placebo, y también llama la atención que es frecuente que en muy pocos de los mismos ocurra exactamente lo opuesto y manifiesten síntomas que remedan los efectos secundarios como si hubieran ingerido el medicamento, es decir, el efecto nocebo.
Si no es la sustancia, ¿a qué se deben esas consecuencias negativas? Existen trabajos que aseguran que ello se produce como derivación del consentimiento informado que firman los voluntarios como una obligación legal de los investigadores para deslindar responsabilidades ante los posibles problemas que puedan causar las drogas, vacunas, ungüentos, etc., a aplicarse en la investigación. Pero también se reporta que muchos de aquellos que sí reciben el tratamiento y muestran signos adversos también podrían atribuirse al efecto nocebo.
Como ejemplo, se cita un reciente metaestudio que buscó evidencia en 15 trabajos sobre Covid-19. Entre los efectivamente vacunados, se halló que 46% manifestó alguno de los efectos secundarios posibles, pero que el 76% de los mismos podrían atribuirse al nocebo.
Existe la discusión sobre si ello se debe a causas físicas o mentales, aunque algunos estudios tienden a volcar la balanza en las segundas, ya que se halló que pacientes en los que se advirtieron signos de ansiedad y depresión fueron mucho más susceptibles a tener síntomas, se les hubiera aplicado la sustancia o no.
Los investigadores creen que es necesario buscar una forma de disminuir el efecto de la sugestión sobre quienes se someten a estudios científicos, porque, mientras que el efecto placebo es fácilmente identificable (simplemente, se les suministró materia inerte), su contrario no resulta tan patente y puede, incluso, incidir en los resultados, amplificando los efectos negativos en los participantes y haciendo que se descarten tratamientos que podrían ser beneficiosos.