Introducción
Se definen los cromosomas como las estructuras celulares que contienen genes, miles de ellos (aproximadamente 20.000), que son los encargados de regular la producción de proteínas, sustancias vitales cuya función es conducir el desarrollo, el crecimiento y las reacciones químicas de los cuerpos, al tiempo que aportan la información sobre las características propias de cada individuo de la especie.
Los seres humanos portamos 46 cromosomas, 23 de los cuales provienen de la madre y otros tantos del padre. 22 se numeran a partir del 1 (con el nombre genérico de autosomas) y al vigésimo tercero se lo conoce como sexual, ya que es el que define el sexo, bajo la forma XX para la mujer y XY para el varón en la gran generalidad de los casos.
Las anomalías genéticas son errores o mutaciones que se producen en los cromosomas y/o en los genes. Si bien muchas de ellas pueden resultar hereditarias, sin embargo la mayor parte de las mismas se producen en forma aleatoria y, más allá de algunos factores de riesgo reconocidos para las distintas alteraciones, se desconoce por qué se producen.
El factor reconocido como universal sobre la posibilidad de disrupciones de esta clase es la edad de la mujer que concibe. Después de los 35 años la probabilidad de que exista alguna alteración genética se incrementa como sigue:
Entre los 35 y los 37 años: 40%.
De 38 a 41: 65%.
De 41 a 45: 80%.
Ello se explica porque las mujeres poseen una cantidad fija de ovocitos (300.000, aproximadamente) en toda su existencia, células que contienen solamente 23 cromosomas, producto de la división de los 46 usuales, que, unidos por filamentos, se van separando, lo que se nombra como meiosis.
En cada ciclo menstrual se repone apenas un ovocito, y se destruyen 1.000, con lo cual al llegar a los 35 años generalmente las mujeres conservan apenas el 10% de los iniciales. A medida que disminuye el número hace lo mismo la calidad y es frecuente que para los 38 a 40 años se hayan agotado. Por lo tanto, a más edad, menor calidad y mayor probabilidad de algún problema genético.
Otra cuestión a considerar es que, así como algunas de estas alteraciones pueden no tener consecuencias visibles (se cree que quien más, quien menos, todos tenemos alguna falla genética oculta o insignificante), otras resultan inviables y provocan abortos espontáneos, mientras que algunas de las mismas, si bien permiten la vida, tienen derivaciones de distinta clase que requieren que se les preste atención, al tiempo que las hay que amenazan la sobrevida de la persona.
A su vez, generalmente la importancia de las secuelas de esos cambios tienen que ver con el momento en que ellos ocurren.
Se planteó que la edad de la madre es una variable a tener en cuenta, pero las alteraciones también pueden provenir de defectos en la división paterna, asimismo influidas por la edad, aunque ello no está tan estudiado como la materna, tal vez porque aun hoy en día son más varones que mujeres quienes investigan y existe una larga tradición (sin el más mínimo fundamento) de culparlas a ellas por los problemas relacionados con la genética.
Cuando la mutación proviene de un defecto de separación en el gameto femenino o masculino, es decir, en los inicios, la misma se replica en todas las células. Pero en muchas otras oportunidades, tras un comienzo normal, la disrupción se produce posteriormente, con lo cual algunas células contienen alteraciones mientras que otras no.
Si bien la mayor proporción de afectación influye en la cantidad y la gravedad de los síntomas, no es el único parámetro a tomar en cuenta para ello, ya que también hay que considerar qué órganos, partes o sistemas del cuerpo se encuentran afectados.
Asimismo, como sucede con las enfermedades de todo tipo, cada caso, más allá de su catalogación, requiere un abordaje personalizado.
Los dos tipos de anomalías cromosómicas
Por más que existen muchas clases de estas anomalías, la clasificación aborda dos tipos principales: las numéricas y las estructurales.
En las primeras se observa un aumento o disminución de la cantidad de cromosomas, por lo cual el individuo porta 47 (o más) o 45. Las monosomías, es decir, la presencia de un par incompleto, suelen no ser viables, excepto en el caso del Síndrome de Turner, mientras que las trisomías son mucho más frecuentes, cuyo ejemplo más corriente es el Síndrome de Down (tres copias del cromosoma 21), por lejos el trastorno genético más usual. Otras anomalías numéricas relativamente frecuentes son el Síndrome de Patau, el de Edwards, el de Klinefelter, el de Turner ya mencionado, el de Triple X (en mujeres) y el de Jakob o de XYY (en varones).
En las estructurales, como su nombre indica, lo que varía es la estructura de los cromosomas y no su cantidad. En algunos casos, las mismas conllevan la pérdida o la ganancia de material genético, lo que lleva a diferentes complicaciones, y aquellas en las que no existe diferencia, aunque sí en la disposición, presentan formas con consecuencias menores o sin alguna de ellas, aunque suelen afectar la reproducción.
Estas anomalías pueden ser de cinco tipos, a saber:
– Deleción: consiste en la pérdida o borramiento de parte del material genético, cuyas consecuencias dependen de los genes afectados.
– Duplicación: contraria a la anterior, esta forma indica que existe repetición de zonas, con la consecuente ganancia de material, y también en este caso sus derivaciones se relacionan con los genes que se repiten.
– Inversión: en dicho caso, se altera la estructura predeterminada del cromosoma, con lo cual los genes no se hallan en el orden debido.
– Translocación: existe un intercambio de material genético entre dos cromosomas. En algunos de ellos existe una forma recíproca, es decir, se cambian segmentos entre uno y otro, sin alteración numérica. En cambio en la denominada Robertsoniana (en honor a Rees B. Robertson, entomólogo estadounidense descubridor de esta anomalía) lo que ocurre es la fusión de dos cromosomas, con lo cual se pasa de 46 a 45 cromosomas. Las translocaciones tienen como consecuencia principal problemas reproductivos.
– Anillación: se produce cuando los extremos de un mismo cromosoma sufren una deleción y se unen formando un anillo, en lugar de su forma usual de X.
Las anomalías estructurales más frecuentes incluyen a los Síndromes de Prader-Willi, de Angelman y el del Maullido del Gato, entre otros.
Algo a considerar son las trisomías incompletas, como suele ocurrir en el Síndrome de Down, en el cual, aunque casos minoritarios, existen translocaciones cuando una parte del 21, completa o parcial, se encuentra ligada a otro cromosoma.
Ejemplos más frecuentes de anomalías genéticas
Numéricas
Como se expresara, el Síndrome de Down es la anomalía genética más usual y la más estudiada de todas. En general, las trisomías suelen ser las viables, mientras que el Síndrome de Turner es la única monosomía completa que permite la vida, ya que se trata de la pérdida de uno de los dos X, mientras que el restante asume las funciones, con lo cual, pese a las complicaciones, las expectativas de sobrevida son buenas.
Por su parte, el Síndrome de Patau o trisomía del cromosoma 13, es considerado una enfermedad rara, ya que se produce en 1 de cada 10.000 nacidos vivos. La tercera copia puede ser total (la forma más común) o parcial (20% de los casos son fusiones de segmentos con otros cromosomas).
Sus portadores presentan problemas del desarrollo tales como retraso mental grave, labio leporino, paladar hendido, ojos muy juntos (en algunos, fusionados en uno solo), bajo tono muscular, estructura cerebral atípica, distintas enfermedades cardíacas congénitas, hernias, convulsiones, anomalías esqueléticas, microcefalia, sordera y muchos otros que hacen que el 90% de estos niños mueran antes de cumplir un año.
Otra de las trisomías relativamente frecuentes es la que se produce en el cromosoma 18, la que recibe el nombre de Síndrome de Edwards. La mayor parte se produce por una copia íntegra, mientras que un pequeño porcentaje sucede por translocación. Afecta a 1 de cada 6.000 a 8.000 nacidos vivos y es más frecuente en las mujeres (3 a 1). En el 95% de los portadores se produce un aborto espontáneo. La mitad de los que nacen no completan una semana de vida, mientras que el 90% fallece antes de 1 año. Algunos llegan a la adolescencia, aunque con consecuencias graves: retrasos en el crecimiento, escoliosis, problemas para respirar, para alimentarse, insuficiencia cardíaca, convulsiones, afecciones renales, anomalías pulmonares, retraso mental y motor, entre muchas otras.
Estructurales
El Síndrome de Prader-Willi es uno de los casos típicos. También considerado como raro (1 de cada 15 a 30.000 nacidos), es uno de los trastornos genéticos en los cuales está involucrado el padre, ya que en el 65 al 75% de los pacientes portadores se verifica que existe una deleción en una región del cromosoma 15 paterno (la copia materna siempre está desactivada), mientras que en el resto pueden existir dos copias de la madre o la del padre tampoco se activa.
Si bien el síntoma más visible aparece alrededor de los dos años y consiste en una tendencia marcada hacia la hiperfagia (comer constantemente sin sentirse satisfecho), existen otros previos tales como escaso tono muscular, reflejo de succión deficiente, genitales con poco desarrollo y rasgos faciales característicos (ojos almendrados, cabeza estrecha en las sienes, labio superior delgado, etc.), para luego hacerse evidentes el crecimiento físico incompleto, hipertiroidismo, baja estatura, discapacidad intelectual de leve a moderada, retraso motriz, problemas del habla y de la conducta, escoliosis, trastornos del sueño, pobre regulación de la temperatura corporal, mala pigmentación y más.
Otro problema en el cromosoma 15, más específicamente ubicado en el gen nombrado como UBE3A, es otro de los trastornos estructurales más habituales, aunque también se trata de una afección poco frecuente, dado que se presenta en 1 de cada 10 a 20.000 nacidos con vida. Se lo conoce como Síndrome de Angelman.
La causa de este síndrome radica en que de las dos copias del gen que se reciben de ambos progenitores, solamente es la materna la que se activa. Si esta es defectuosa (normalmente por deleción), se producen los problemas. Con menor frecuencia ambos UBE3A provienen del padre, por lo cual ninguno de los dos cumple con sus funciones.
La sintomatología más común que produce el Síndrome de Angelman consiste en flacidez, problemas de alimentación, retraso cognitivo grave y del desarrollo en general, inconvenientes con la motricidad y el equilibrio, carencia de lenguaje o el mismo se halla muy limitado, crisis convulsivas, encefalograma característico anormal, prognatismo, estrabismo, babeo, acidez gástrica, escoliosis, entre otras características que comienzan a hacerse más evidentes entre los 6 y los 12 meses.
Otra deleción (con menor frecuencia traslocación), en este caso en el cromosoma 5, tiene como consecuencia la portación del Síndrome del Maullido del Gato, que se produce en 1 de cada 20 a 50.000 nacimientos.
La característica distintiva de esta alteración cromosómica es la que le da el nombre: el llanto de estos niños es similar al maullido de los gatos. Además de esto, existen signos visibles tales como inclinación de los ojos hacia abajo, pliegue adicional de piel en los mismos, bajo peso al nacer y crecimiento lento, baja implantación de las orejas, fusión de los dedos de pies o manos o membranas entre ellos, microcefalia, junto con otros, entre los cuales se hallan: discapacidad intelectual, defectos cardíacos, pérdida de la audición, maloclusión y otros.
Aparentemente, la forma más frecuente de anomalías estructurales es la deleción; aunque las demás también existen, sin embargo suelen ser todavía más raras.
Entre las formas de anillamiento se reportan casos respecto del cromosoma 13 y del 18, las que son extremadamente raras (hacia 2018 se reportaban alrededor de 100 pacientes en todo el mundo del segundo), con consecuencias entre leves y raras. También el 20 tiene los propios, signados por las convulsiones farmacorresistentes y lo mismo puede ocurrir en muchos otros.
A su vez, entre las duplicaciones conocidas se encuentran el Síndrome de Pallister-Killian, adición parcial que se produce en el brazo corto del cromosoma 12, y el denominado Síndrome de Duplicación del MECP2, que se da mayoritariamente en varones, consistente en una cantidad extra de un sector del cromosoma X en su brazo largo.
Las translocaciones son muy frecuentes. Se reporta que 1 de cada 500 personas porta alguna, aunque, como la mayor parte de ellas son de la forma balanceada, sin pérdida de material, no suele producir síntoma alguno, pero puede que transmitan una desbalanceada a su descendencia, y eso sí tiene consecuencias, como es el caso, entre muchos más, del Síndrome de Emanuel, donde existe intercambio entre los cromosomas 11 y 22 heredada de sus padres. También el Síndrome de Down se produce por translocación. Entre el 3 y el 4% de los mismos son consecuencia del cromosoma 21 adicional unido a otro, más frecuentemente al 14, al 13, al 15 o al 22, en ese orden de probabilidad.
En lo que respecta a las inversiones, puede citarse la que muy raramente se produce en el cromosoma 8, denominada como Síndrome de San Luis Valley, caracterizada por anomalías cardíacas importantes, malformaciones urogenitales y déficit intelectual de moderado a grave, entre otras. Sin embargo, se trata de otras de las más comunes, ya que generalmente, al no existir pérdida ni ganancia de material genético, no suelen tener consecuencias y, por lo tanto, son casos aislados los que figuran en los reportes patológicos.
Para cerrar
Existen muchísimas enfermedades genéticas. Salvo en el caso del Síndrome de Down, que es la más frecuente y la más estudiada de todas, las diferencias que se aprecian en cuanto a su prevalencia tienen que ver no solamente con su escasa frecuencia individual, sino también con que no concitan la atención plena de los científicos, puesto que la mayor parte de la bibliografía disponible describe puñados de casos y hasta algunos tratan sobre uno único.
En la actualidad, ninguna de estas alteraciones puede revertirse y para la mayor parte de las mismas ni siquiera existen tratamientos que vayan más allá de los síntomas. Incluso muchas de ellas son de diagnóstico tardío, ya que es prácticamente imposible que los profesionales las conozcan a todas. Tampoco ayuda la superposición de algunos síntomas que se advierte aun en las breves descripciones ejemplificativas que acompañan los distintos tipos.
Sin embargo, hay al menos tres cuestiones positivas. Por un lado, las bases de datos de acceso profesional ayudan (no reemplazan) para la detección más temprana y la consecuente mejora en las atenciones. Por el otro, aunque lentamente, las técnicas de intervención genéticas, aunque todavía presenten muchas dudas, pronostican que en un futuro incierto se podrán revertir algunas de las causas. Y ya en la actualidad, aunque no existan curas, si están disponibles tratamientos basados en los síntomas que son capaces de mejorar la vida de quienes portan alteraciones cromosómicas.