Cuando un niño nace, empieza a tener intercambios con su mamá y su papá. En ese vínculo, se van desarrollando habilidades atencionales y cognitivas, que le servirán para investigar el mundo. Sin embargo, algunos niños, no logran desarrollar las habilidades necesarias para comprender el medio social en el que están insertos. En este sentido, el mundo permanece enigmático y carente de sentido.
¿Cómo se sentiría una persona que está acostumbrada a vivir en una ciudad, si se lo deja al interior de la tribu Korowai en Papúa Nueva Guinea? ¿Comprendería los rituales? Si practican el canibalismo ¿qué pensaría el ciudadano? ¿Cómo se sentiría frente a los bailes de la tribu? ¿Podría comprender cuando le hablen en otra lengua? Lo mismo le ocurre al niño con autismo: no pudo adquirir de forma espontánea las pautas de comunicación e intercambio social. Esto generó que el mundo se le presente como enigmático y carente de sentido, consecuentemente no desarrolló motivación para participar de las actividades socialmente compartidas. Así, poco a poco, fue quedándose solo.
En este sentido, ¿las personas con autismo desean la soledad? ¿Hay que respetar sus rituales y conductas obsesivas? Quizás los niños con autismo no quieren mantener una comunicación con las otras personas y presionarlos a conectar con el mundo podría generar malestar emocional. Sin embargo, siguiendo con el ejemplo de la tribu ¿qué pasaría si el ciudadano se aislara y no interactuara con nadie? ¿Es eso lo que desea? Lo más probable es que prefiera comprender la nueva cultura y, en función de sus preferencias e intereses, decidir su participación. Siguiendo con esta lógica, no hay motivo para suponer que los niños con autismo disfrutan de la soledad y de que no haya cambios en su entorno. Parece más correcto, afirmar que tienen la necesidad de permanecer solos y de que no haya variaciones en el mundo porque sino el mismo les resultaría caótico. Sin embargo, una terapia que respete esa necesidad, atentaría contra la autonomía, la flexibilidad, la comunicación y la inclusión social.
En este sentido, la terapia cognitivo conductual, comprende que los comportamientos de los niños con autismo están motivados por alteraciones en su desarrollo, que deben ser subsanadas a través de la estimulación continua de dichas áreas. Esta estimulación estructurada y organizada, tendría como objetivos que los niños aumenten la flexibilidad y la tolerancia a los cambios, que logren adquirir habilidades simbólicas que le permitan intervenir sobre el mundo, que logren entender las intenciones de los otros, mejorar la comunicación, entender qué es lo relevante en cada situación y así aumentar su autonomía y libertad.
Ramiro M. Borghiani