Para comenzar
Según la Organización Mundial de la Salud, desde 1975 la obesidad casi se ha triplicado en todo el mundo. Para 2016, 1.900 millones de adultos estaban excedidos de peso y poco más de una tercera parte de los mismos eran obesos (650 millones). Ello implica al 39 y al 13% de la población adulta del planeta, respectivamente.
Hacia el mismo año, 41 millones de niños menores de 5 años tenían más peso que el conveniente y aquellos situados entre 5 y 18 años con igual problemática llegaban a algo así como 340 millones.
En América Latina y el Caribe tiene sobrepeso el 7,2% de los menores de 5 años, es decir que ello afecta a aproximadamente 3,9 millones de niños y niñas.
Argentina también tiene lo suyo, ya que las dos ediciones de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2005 y 2013 muestran un crecimiento del peso excesivo del 42,5% entre los adultos en dicho período, ya que en la primera se constató un 14,6% de la población con ese problema, mientras que en la segunda había ascendido al 20,8%. A su vez, la última Encuesta Mundial de Salud Escolar, realizada en 2012, mostró que la obesidad en niños entre 6 y 72 meses era del 10,4%, mientras que la de los adolescentes de 13 a 15 años llegaba al 5,8%.
Estas cifras hablan de la importancia de una condición que es prevenible en buena medida y que pone en riesgo la salud de buena parte de la población mundial.
La fórmula para medir la adecuación del peso respecto de una persona resulta de la relación que se establece entre el cuadrado de la talla y lo que ella pesa, es decir que la misma sería así: peso en kg / talla en metros al cuadrado. Este es el Índice de Masa Corporal (IMC).
Si el número obtenido es igual o superior a 25, estamos ante un caso de sobrepeso. Si el cociente es igual o superior a 30, nos hallamos en el terreno de la obesidad. Entre 18,5 y 24,9 se encontrarían aquellos con un peso adecuado y los que están por debajo de 18,5 tienen bajo peso, situación que tampoco es recomendable.
Distintos trabajos de investigación alertan acerca de que las personas con algún tipo de discapacidad intelectual tienen una mayor propensión a descontrolarse respecto del IMC y en lo que respecta a niños y adultos con Síndrome de Down, aunque las cifras difieren entre diversos autores, todos coinciden en que la prevalencia con el Índice de Masa Corporal elevado es más pronunciada que la de la población general, llegando al 60% de los adultos y al 30% de los niños (algunas investigaciones elevan el porcentaje a 50).
Veamos las causas de ello.
Sobrepeso y obesidad en SD
Un primer dato que salta a la vista es que entre las personas con la trisomía que tienen un peso superior a lo recomendado existe una tendencia levemente mayor a eso entre las mujeres que entre los varones (56% a 45%).
Respecto de las causas, se destacan dos vertientes. Por un lado, los factores genéticos y fisiológicos; por otro, aquellos ambientales.
Entre los primeros se menciona que en las personas portadoras del síndrome existe una disminución en el índice metabólico basal, lo que implica una menor capacidad de gastar o quemar las calorías que vienen con los alimentos.
A su vez, alteraciones en la leptina tienden a que muchos de estos individuos coman más de lo debido, ya que dicha sustancia se trata de una hormona cuya función es regular el apetito e indicar que se ha llegado a la saciedad.
La hipotonía muscular, una de las características más usuales en el SD, es otro factor que aumenta la tendencia al mayor peso de los sujetos, ya que en muchos casos dificulta la actividad física, una de las formas de quemar el material energético que aportan los alimentos.
Otro elemento que se encuentra presente en forma causal es el hipotiroidismo, ya que entre el 30 y el 40% de las personas con la trisomía tienen esa disfunción glandular, lo que produce una tendencia al sobrepeso.
Entre las causas ambientales, la más común es el sedentarismo, es decir, la baja o la nula actividad física que suelen llevar a cabo estos individuos, más allá de las limitaciones que puedan aportar los problemas físicos como la hipotonía, la baja estatura y otros.
Las dietas desequilibradas son otra fuente de sobrepeso, ya que suelen aportar más calorías y grasas de las que el cuerpo es capaz de eliminar, aun cuando se realice alguna actividad física. En un trabajo de investigación sobre personas con el síndrome se determinó que el 65,2% de los estudiados se verificaba un consumo energético por sobre lo que se necesitaba y no todos ellos trataban de contrarrestarlo.
Los prejuicios también hacen su aporte en este sentido. Muchas personas creen que aquellos con trisomía 21 carecen de habilidades atléticas, que no pueden practicar deportes y hasta los hay que están convencidos de que apenas pueden caminar, lo que está muy lejos de la realidad. Cuando se tiene esa visión negativa y se le inculca al propio sujeto que esto es así, se limitan sus posibilidades de una vida plena y, de alguna manera, se lo induce a una vida sedentaria.
Como puede apreciarse, las causas ambientales son muy similares a las del resto de las personas excedidas de peso.
Por otro lado, las consecuencia de este exceso son exactamente las mismas para todo el mundo, porten SD o no, entre otras, riesgos cardiovasculares, problemas articulares, hipertensión y aumento del colesterol, entre las más frecuentes, además de las referidas a la autoestima.
En este grupo, además, existen otros riesgos asociados en patologías concomitantes con el síndrome, como es el caso de las cardiopatías congénitas, los problemas respiratorios, las malformaciones intestinales y la celiaquía, entre otras.
Un dato interesante es que los problemas de peso suelen comenzar a manifestarse alrededor de los 3 años en la población general y cuando ella persiste y continúa después de los 6 años, existe una asociación entre ese sobrepeso inicial y la obesidad durante la edad adulta. Ello no ocurre en las personas con SD, ya que no se reporta como un problema en los primeros 36 meses de vida, ni como un signo de problemas a futuro a dicha edad, aunque después, sobre todo en la infancia tardía y en la adolescencia, los problemas de peso hagan eclosión y acompañen a muchos de ellos por el resto de su vida, si no se toman las medidas necesarias para revertir este peligroso cuadro, que pone en riesgo no solamente la salud de los implicados, sino también su propia existencia, al ser fuente de patologías con consecuencias graves, como las cardíacas, la hipertensión y otras.
¿Es posible controlar el peso?
Tal como ocurre con el resto de las personas, en aquellas que portan trisomía 21 el problema puede prevenirse. De todas maneras, hay que tener en cuenta que existe una disputa acerca de si la obesidad es o no una enfermedad, aunque cada vez gana más terreno el sí.
Si, como se dijo, la tendencia al sobrepeso comienza en la infancia, es importante atacar el problema tempranamente, incluso antes de que se desencadene. De hecho, es más fácil instalar un hábito bueno antes de que se presente el problema que tratar de corregir cuando lleva tiempo actuando uno nocivo.
La lactancia materna es un factor protector respecto de la obesidad durante la infancia. Amamantar o no a un niño o niña hace diferencia al respecto, así como si el destete es prematuro o se da el pecho durante el tiempo que se considera adecuado.
El primer paso luego de esta etapa inicial es establecer hábitos alimenticios correctos desde la más tierna infancia y realizar las cuatro comidas diarias sin ingestas a deshoras.
A su vez, existen alimentos y formas de cocción más apropiados que otros, como evitar las frituras, por ejemplo.
Entre los alimento recomendables se incluyen ensaladas, frutas (menos bananas y uvas), verduras, carnes cocidas a la plancha o al horno, leches y yogures descremados y queso fresco.
Los que pueden consumirse moderando su cantidad son, entre otros, legumbres, papas hervidas, las pastas, arroz, pan, aceite de oliva, huevos, bananas y uvas.
Aquellos que deben evitarse o degustarse de tanto en tanto por su alto contenido calórico son las golosinas, las bebidas azucaradas, la repostería y la pastelería industrial, las salsas, los embutidos, los patés, la manteca, los quesos grasos, los frutos secos, las aceitunas, los chocolates, la miel, las mermeladas, los helados, y otros.
Más allá de las prohibiciones, que suelen resultar odiosas, es necesario explicar con sencillez al propio interesado de modo que le sea totalmente comprensible por qué se tiene que controlar la dieta, sentando que no habrá de pasarse hambre ni que va a comer todos los días lo mismo o que se trata de alimentos insulsos.
Por otro lado, la comida no puede ni debe ser una forma de recompensa y menos aun cuando la misma consista en alimentos incluidos entre aquellos a evitar.
También es necesario erradicar una vieja creencia de que estar “gordito” es sinónimo de salud, porque se trata, precisamente, de lo contrario.
Los cambios de hábito no deben referirse solamente al propio sujeto, sino que también tiene que involucrarse toda la familia. Es muy difícil que alguien cambie su forma de comer si todo su entorno lo hace en forma diferente. Por otro lado, los hábitos en la infancia se adquieren observando el comportamiento de los demás, por lo que si las conductas alimenticias son desordenadas y/o desbalanceadas, difícilmente se logre que un pequeño acepte hacerlo de manera diferente.
Un aliado importante es el ejercicio físico, ya que no solamente mejora la salud corporal, sino que también es un elemento que permite interactuar con otros, mejorando las habilidades sociales y la integración.
Una investigación que comparó individuos obesos con y sin SD reveló que aquellas personas que tenían mayor tendencia al sobrepeso eran las que vivían con su familia, mientras que en las que eran independientes se daba la contraria.
A su vez, aquellas con trisomía tenían una menor actividad física que los otros (10 contra 15 horas semanales), mientras que estos últimos fueron más sedentarios (44 horas frente a 35), mayormente dedicadas a juegos con computadora y a búsqueda de internet. También se destaca que los individuos con SD pasaron buena parte de su tiempo inactivo viendo televisión (13 horas a la semana).
Todo esto, sumado a una ingesta alimenticia desequilibrada, pone de relieve la necesidad de que estas personas tengan una actividad física acorde a sus capacidades.
Se sabe que muchos de estos individuos, sobre todo los niños, tienen agendas bastante saturadas, porque, además de concurrir a la escuela, a las consultas médicas, a las sesiones de rehabilitación y realizar las tareas escolares asignadas, agregar ocupaciones puede relegar el ejercicio a segundo plano. También es factible que lo hagan algunas patologías conexas con el síndrome, como las cardiopatías, las luxaciones, los pies planos, las infecciones respiratorias y muchas otras. Para subsanar estos problemas se recomienda consultar con especialistas qué actividades son las que mejor se acomodan a su realidad.
Se sugiere combinar distintos tipos de actividad física, como la diaria y rutinaria, la que puede incluir dirigirse a la escuela o a otros lugares no muy distantes a pie, en lugar de utilizar transporte público o automóvil; no utilizar el ascensor; salir a pasear por el barrio; participar en juegos que impliquen movilidad, etc.
También la programada es importante. Ello se refiere a una actividad que se lleve a cabo sistemáticamente dos o tres veces por semana, con una demanda temporal de 30 a 60 minutos, que puede consistir, de acuerdo con las habilidades y las posibilidades de cada sujeto, en alguna de las áreas del atletismo, el fútbol, la natación, el ciclismo y muchas otras, ello en sintonía con las preferencias del niño y con la disponibilidad de la familia para acompañarlo.
Por otro lado, se hace imprescindible que se controle periódicamente el peso de los individuos, ya que resulta más fácil realizar pequeños ajustes ante aumentos de poca cuantía que realizar restricciones abruptas que dificulten el cumplimiento de las metas.
El apoyo de la familia y el acompañamiento son también puntales que auguran los mejores resultados. Poner objetivos que impliquen cierto esfuerzo y que, a la vez, resulten alcanzables aumenta la autoestima de las personas y facilita la tarea. No se trata de que sean grandes deportistas (aunque algunos lo serán, como los que participan de los Juegos Paralímpicos y de otras competencias), sino de controlar el peso mediante una actividad que les brinde placer. Por otra parte, el hecho de que todos coman lo mismo y de que se remarquen los logros y no las posibles recaídas refuerza positivamente, siempre haciéndolos participar en las decisiones en la medida de sus posibilidades, ya que lo que está en juego es su propia calidad de vida.
Conclusiones
Resulta obvio señalar que los factores genéticos que desencadena la trisomía están, hasta el presente, lejos de poder ser controlados, aunque pueden paliarse sus consecuencias. Los que sí se encuentran en nuestras manos son aquellos en los que, aunque intervienen factores físicos, lo que predomina son los componentes ambientales: la regulación de las cantidades de la ingesta, sus cualidades, evitar el sedentarismo y realizar actividad física.
Tampoco se trata de abrumar a los niños con actividades, sino que también deben tener tiempo para jugar y entretenerse, aunque no está demás alentarlos a que su diversión involucre a otros, con juegos activos, en lugar de pasar horas frente a un televisor o a cualquier otro aparato.
Algunos trabajos plantean que habría que revisar la forma en que se toma el Índice de Masa Corporal en las personas con Down, ya que, como consecuencia de la trisomía 21, sus características físicas difieren de las de la población considerada típica.
Tal vez sea así, pero, de todas maneras, el sobrepeso y, sobre todo, la obesidad no son un mero problema estético sino una cuestión de salud mayormente controlable, por lo que debe monitorearse desde pequeños para una vida más plena y con menos acechanzas sanitarias.
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Fuentes:
– https://www.massgeneral.org/children/news/mass-general-study-finds-that-adults-with-down-syndrome-achieve-minimal-health-enhancing-physical-activity
– https://www.reuters.com/article/us-kids-down-syndrome-idUSBRE8AD1MB20121114
– https://www.globaldownsyndrome.org/about-down-syndrome/misconceptions-vs-reality/
– http://medcraveonline.com/AOWMC/relationship-between-dietary-intake-and-prevalence-of-obesity-in-children-with-downrsquos-syndrome.html
– https://mattioli1885journals.com/index.php/progressinnutrition/article/view/10715
– http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1852-73372021000100039
– https://www.unicef.org/argentina/media/4221/file/Obesidad%20Infantil.pdf
– https://www.clikisalud.net/sindrome-de-down-no-es-causa-de-obesidad-inp/
– https://www.downciclopedia.org/salud-y-biomedicina/alimentacion/771-prevencion-de-la-obesidad.html
– https://www.sindromedown.net/carga/adjuntos/cNoticias/12_1_sdy_0.pdf
– https://www.down21.org/revista-virtual/revista-virtual-2016/1717-revista-virtual-ju nio-2016-numero-181/2948-resumen-junio-2016-numero-181.html
– https//www.fontdirect.com/obesidad-y-sindrome-de-down/
https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight