Cómo entiende al cuerpo la Psicomotricidad y cuáles son sus alcances
Antes de dar cuenta del alcance de la intervención psicomotriz en el ámbito de la discapacidad psicosocial y, en el marco de este Taller, creo necesario primeo, dar a conocer la mirada que la psicomotricidad tiene del cuerpo. A diferencia del organismo, que es aquello que porta el sujeto al nacer y que es del orden de la especie y como tal, es comandado por las leyes de la neurofisiología, la psicomotricidad mira al cuerpo en su dimensión vincular, es decir, el cuerpo como vehículo de la relación con los otros. Desde esta perspectiva, la actitud postural, la gestualidad, el llanto, la mirada, la escucha, lo sonoro y la voz, la palabra y el lenguaje, la prensión, las coordinaciones o el proyecto motor, son las variables relacionales a través de las cuales se vehiculiza la relación del sujeto consigo mismo y con los otros (González, 2009). Es decir que, es aquello del cuerpo con lo que cuenta el sujeto para entrar en relación con el mundo, para hacer lazo social. El cuerpo que mira la psicomotricidad es entonces, el cuerpo de la experiencia y de los aprendizajes compartidos, el cuerpo de la cultura y del mito familiar, y como tal es portador de un saber hacer que se da a ver en las praxias y los gestos.
Partiendo de esta mirada es que se pensó al taller Juegos de Malabares como un espacio de trabajo corporal destinado a un grupo de adultos con discapacidad psicosocial. Al tratarse de una discapacidad que compromete seriamente a la subjetividad, se observan diversas problemáticas a nivel del cuerpo, que dan cuenta precisamente, de las fallas en la construcción primaria del lazo entre el cuerpo y el lenguaje: posturas fijas, rígidas, pobreza en la producción de gestos y de movimientos en el espacio, por ejemplo. Además, suelen presentarse dificultades para organizar o detener el movimiento continuo; dificultades para fluctuar tónicamente; para cambiar de ritmo o para adaptarlo a la actividad; fallas en el esquema y la imagen corporal; cuerpos sin deseos de moverse, de jugar, abúlicos, cansados. El padecimiento compromete al cuerpo con tal severidad que lo inutiliza. (Levin, 1991).
Hechas las primeras aclaraciones, presento a continuación tres cuestiones diferentes que se presentan en el Taller, y que dan cuenta del alcance de la práctica psicomotriz.
1° Parte: De La Rigidez De La Postura A Otra Forma Posible De Organización Tónico-postural y Motriz.
El Taller tiene como propósito favorecer el despliegue del movimiento, el registro del propio cuerpo, la organización de la postura y la apropiación de nuevas praxias. Realizados con pelotas de tenis, el taller propone, además, un trabajo de interacción entre los participantes a través de juegos realizados en parejas o grupales, y en los cuales tiene lugar la comunicación gestual y visual, el aprendizaje corporal, la atención, la emoción propia del juego, la regulación de la tensión y distensión muscular y el disfrute por la actividad. Se resalta en este momento la importancia del trabajo grupal en este espacio de taller, su riqueza proviene justamente de aquello que se produce en la interacción entre pares: acuerdos-desacuerdos; diferencias en los ritmos de juego de cada uno; diferencias en el nivel de dificultad que representa para cada uno el aprendizaje de las praxias; diferencias también en el nivel de tolerancia a la frustración, etc. La idea inicial estaba en marcha y al poco tiempo del comienzo del Taller se observó en la mayoría de los integrantes el siguiente panorama:
Falta de iniciativa para jugar, escasa tolerancia a la frustración, resistencia a aprender juegos nuevos y dificultad para improvisar; sometimiento al pedido del coordinador, dificultad para ligar el deseo (entendiendo a éste como una inquietud interna que motoriza el hacer con el cuerpo) con el aprendizaje de nuevas praxias, etc. En el cuerpo se observaba lo siguiente: posturas fijas en el espacio, a veces con los hombros rotados hacia adelante, gestualidad facial pobre, fallas en la coordinación óculo manual, prensión débil, posturas corporales fijas al nivel del eje de cuerpo y no integradas a la acción de los miembros superiores que son los que ejecutan el lanzamiento y la recepción en los juegos de malabares. Posturas fijas que no favorecían la acomodación del cuerpo en el espacio y por ende tampoco el despliegue del movimiento.
Luego de tomar nota de estos observables se puso de relieve la necesidad de trabajar con los participantes alrededor de la asunción del propio cuerpo, en un trabajo activo de modificación y re- organización de la postura, dinamizándola. Se explica esto: una postura corporal tensa, ensimismada, las rodillas híper-extendidas, la pelvis retraída, los hombros rotados hacia adelante, los miembros inferiores fijados al piso, no colaboran en la organización y el despliegue del movimiento y tampoco en la capacidad del cuerpo para reaccionar velozmente en los juegos de malabares. En estas condiciones los participantes fracasaban en la realización de los juegos propuestos y esto generaba frustración, aburrimiento, abandono del juego, resistencia a aprender praxias nuevas y desánimo.
Fue así, que se pensó en la realización de un trabajo corporal activo para este grupo, que posibilitara dinamizar la postura, separando los apoyos de los miembros inferiores para aumentar la base de sustentación; llevando a la articulación de las rodillas a la semi flexión y bajando el centro de gravedad. Al realizar un trabajo sostenido en el tiempo y por obra de la repetición, los participantes comenzaron a apropiarse de su cuerpo y a organizar la postura de una manera más eficiente. La nueva organización postural servía ahora de preparación para el movimiento y éste a su vez se adaptaba de manera más eficiente a la trayectoria de la pelota. Se había dinamizado la postura y con ello el cuerpo estaba más disponible para el movimiento. Esta nueva organización postural favorecía, además, la comunicación gestual, visual y verbal. La mirada estaba atenta y el resultado era ahora diferente: los integrantes habían ganado precisión en las praxias con lo cual, los juegos de malabares se sostenían por más tiempo; esto generaba mayor motivación, una sensación gratificante por haber vencido la dificultad y una actitud activa por parte de los integrantes que ahora se organizaban por sí mismos para jugar entre ellos sin la necesidad de esperar a que lo haga el coordinador.
Para concluir con esta parte de la reflexión se quiere resaltar la importancia de que cada participante haya podido realizar un trabajo activo consigo mismo, el cual implicó el registro de las posibilidades y obstáculos alojados en el cuerpo, y la dinamización y reorganización de la postura. Si nos remitimos a la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (en adelante la CDPD), veremos que el Artículo 8, inciso c, menciona precisamente la importancia de la toma de conciencia de las capacidades y aportaciones de las personas con discapacidad. Es entonces en esta dirección que ha sido pensado y llevado a cabo el Taller de Malabares. Y el resultado de este trabajo sostenido en el tiempo, posibilitó la apropiación de los participantes, de un saber hacer con el cuerpo, lo cual a su vez dio lugar a la emergencia y circulación del deseo ligado al aprendizaje de nuevas praxias.
2° Parte: Del Primer Contacto con una Técnica de Malabares a la Apropiación De Un Saber Hacer.
En esta segunda parte se presentan, desde la mirada de la Psicomotricidad, cuatro instancias o momentos (y sus implicancias) que están presentes en el Taller de Malabares y que marcan un recorrido desde el primer contacto con una técnica hasta la apropiación de la misma.
1° Momento: Primer contacto con la técnica de juego. Implicancias.
Tensión frente a lo nuevo; Fracaso en la realización de la actividad; Frustración y esfuerzo por tolerar la frustración; Tensión; Encuentro cara a cara con la dificultad; Búsqueda activa del sujeto para dominar la praxia; Dificultad para organizar la postura y el movimiento; Torpeza; Búsqueda de experiencias previas en la memoria del cuerpo. Sensación de: No puedo, no me sale.
2° Momento: Instancias de Práctica. Implicancias.
Apropiación gradual de las praxias por obra de un trabajo de repetición; Mayor tolerancia a la frustración; Mayor disfrute en la medida en que los intentos resultan exitosos; Menor dificultad; Regulación de la tensión; Perseverancia; Alternancia entre el éxito y el fracaso de la praxia que se está aprendiendo. Sensación de: ¡Me sale!… ¡No me sale!… ¡Me está saliendo!
Esta es una zona de pasaje: es por obra de la repetición cargada de sentido que un nuevo aprendizaje deviene en experiencia.
3° Momento: Apropiación de un saber. Experiencia del cuerpo. Implicancias.
La praxia aprendida se constituye en un saber y pasa a formar parte de la integridad del sujeto. Somos los malabaristas, o, sabemos hacer malabares. Hay apropiación-Incorporación de un hacer; Mayor distensión y disfrute; Nueva organización tónico-postural y motriz más eficiente, más económica en términos de esfuerzo. Manejo de la tensión y una distribución más armónica del tono muscular a lo largo del cuerpo. Satisfacción por la apropiación de un nuevo saber.
4° Momento: Exploración de otras formas posibles de jugar a partir de lo aprendido. Creación propia, improvisación, recreación de la técnica aprendida. Implicancias.
Entrada en escena de la creatividad, que ubica al participante en un lugar de autoría en relación a los juegos de malabares, posibilitando la circulación del deseo y el no quedar pegado a la técnica; sujeto activo que crea junto a otros, en contraposición a la tendencia a reproducir una técnica con fidelidad y en contraposición también al sometimiento frente al pedido del coordinador, ambas cuestiones visibles y a trabajar, con sujetos con discapacidad psicosocial. En este lugar de autoría, de creación, emerge un sujeto que dispone de los recursos lúdicos y corporales para hacer, crear y re crear por sí mismo y junto a otros.
Es pertinente aclarar que, estas cuatro instancias, están presentes en todo momento en el taller, ya que mientras algunos juegos de malabares ya se dominan, otros se están ensayando por primera vez, con lo cual el trabajo con la dificultad y las acomodaciones posturales es continuo.
De esta manera y para concluir, se resalta el aspecto terapéutico de este espacio de taller, ya que implica un trabajo de transición por los propios obstáculos, para arribar finalmente a la apropiación de un saber hacer con el cuerpo. En este camino, la mayoría de los participantes partían de un lugar de no saber, de algo que les era ajeno, para arribar a la incorporación de una serie de praxias, las cuales además adquirieron un sentido lúdico y propiciaron la creatividad y la interacción entre pares. De esta manera, lo que inicialmente hacía obstáculo, devino en posibilidad. Por este motivo y por todo lo explicado en este segundo apartado, el taller Juegos de Malabares se constituye como un espacio de transformación de la persona que ahora se ha adueñado de un saber y lo recrea en el intercambio con los pares.
Este trabajo de apropiación de un saber hacer con el cuerpo, también se encuentra en la línea propuesta por la CDPD en el Artículo 8, inciso c, citado más arriba, ya que se trabaja justamente con las posibilidades y aportaciones de la persona con discapacidad, y en este sentido, el Taller se ofrece como facilitador de nuevos aprendizajes que se ubican precisamente en el orden de lo posible, y como facilitador además del despliegue de la creatividad, es decir, de las propias aportaciones integradas al trabajo con los pares.
3° Parte: Del Ritmo Propio a la Construcción de un Ritmo en común.
Como ya se dijo anteriormente, el Taller no se centra en un trabajo individual, sino que promueve la interacción entre pares. De manera que, cada vez que se realizan los juegos en parejas, tríos o rondan grandes, se hace necesaria la construcción de un ritmo en común, sin el cual el juego fracasaría dado que las diferencias en los ritmos de acomodación de la postura y organización del movimiento, difieren de un participante a otro. Y entonces, la tarea de cada participante es resignar algo de lo propio, es decir, algo del ritmo propio, para estar a la escucha y recibir algo del ritmo que, para empezar a reconocer algo del otro. De esta manera se propicia la construcción del lazo con el otro.
Adriana Romeo*
* Adriana Romeo es Lic. en Psicomotricidad (UNTREF) y Profesora Nacional de Educación Física. Especialización en salud mental.
E-mail de contacto: adriana.m.j.romeo@gmail.com
Referencias Bibliográficas:
– González, L. (2009). Pensar lo psicomotor. Bs. As.: EDUNTREF.
– Levín, E. (1991). La clínica psicomotriz. El cuerpo en el lenguaje. Buenos Aires: Nueva Visión.
– ONU (2006): Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y Protocolo Facultativo. http://www.un.org/disabilities/documents/convention/convoptprot-s.pdf