Primeramente debemos mencionar al trabajo como un importante factor socializador, promotor de la integración y la inclusión social, vector de la autodeterminación y la autonomía, favoreciendo la independencia económica y la movilidad social ascendente. Se lo considera como la principal vía de ingreso a la vida adulta autónoma. El trabajo crea sentido, socializa, incluye, vincula con la tarea y hasta “estructura” la cohesión personal y luego social en comunidad.
Ahora bien, al tratarse de trabajo para personas con discapacidad consideremos: actualmente en Argentina 1/5 de los hogares (es decir un 20%) tiene un persona con discapacidad, que de cada 100 P.C.D. 48 se encuentran en edades de entre 18 y 65 años (población económicamente activa) y que de ellos efectivamente consigue trabajo menos del 25%.
Además, dentro de la “poblacion con discapacidad”, es más accesible el empleo a algunas discapacidades (en general motrices) que a otras (como mentales o psiquiátricas).
Se considera que la sociedad cumple una función esencial a la hora de hablar sobre la inclusión de personas con discapacidad, dado que puede favorecerla u obstaculizarla. De acuerdo con las leyes vigentes, los diversos sistemas sociales, el entorno psicofísico, los servicios gubernamentales, las actividades extracurriculares, la información y la documentación que en la actualidad se presenta como herramienta, la inclusión laboral no debería presentar en principio esta elevada problemática.
Pero hoy en día a nivel social es un serio problema, dado que una persona con discapacidad que no alcance un empleo genuino difícilmente pueda conseguir la autonomía económica. Por otro lado, a su vez, aquel que permanece en el hogar muchas veces requiere un “cuidador/familiar” a cargo durante todo el día. Esto genera un perjuicio adicional, que es el hecho del estrés y la fatiga laboral que ocasiona (teniendo en cuenta además que, a nivel “macro”, se genera un agregado de “costo de oportunidad” de trabajo no realizado fuera del hogar por esa persona “cuidador/familiar”). La autora Liliana Pantano (en el Libro “De la Educación Especial a la Inclusión Laboral”, Recopilador: Alberto G. Crespo, 2010), relata:
“…En la actualidad -al menos desde un punto de vista técnico- la discapacidad es tomada como una condición y una situación donde confluyen factores contextuales (personales y ambientales) (CIF/OMS), en interacción con el portador de un estado negativo de salud, manifestándose de muy diversas maneras, básicamente si se tiene en cuenta que todo individuo es único e irrepetible, eminentemente social y que requiere de la cultura de su comunidad para sobrevivir y desarrollarse.
Según el modelo ‘bio-psico-social’ que subyace en la Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (OMS, 2001), se considera que operacionalmente las discapacidades se originan o fundan en deficiencias y se constituyen en la interacción de la persona portadora con el contexto, ya sea en relación a factores personales y factores ambientales…”.
El mundo laboral de hoy requiere de un modelo de trabajador que implica la existencia de conocimientos, competencias, hábitos y conductas relacionadas con el trabajo; que muchas veces no resultan fáciles de reconocer o adquirir, independiente mente de si se tratara o no de una persona con alguna discapacidad.
Se sabe que las personas con discapacidad mental participando de diversos programas de inserción laboral presentan mayor autonomía, lo que mejora notoriamente su calidad de vida. Siendo que en muchas ocasiones de empleo real la discapacidad nunca ha sido la limitante, sino el estigma creado a su alrededor por sus potenciales empleadores.
La demanda de trabajadores cada vez más calificados, sumado a la escasez de oportunidades laborales, hacen que el nivel de exigencia aumente y las personas necesiten estar cada vez mejor preparadas para poder insertarse en el mercado laboral. Es por ello que la formación se presenta hoy más que nunca como un elemento fundamental para afrontar nuevos y cambiantes escenarios, así como para desarrollar nuevas habilidades y competencias que la sociedad demanda. Hoy, en general se habla de “formacion contínua”, mientras se plantea la sustentabilidad del sistema previsional y el corrimiento de las fronteras de la edad jubilatoria. A su vez, la legislación nacional en su marco general tiende a asegurar:
• “Accesibilidad”, pero no sólo a los edificios, sino también a los contenidos y las certificaciones Educativas (verídicas y valederas).
• “Inclusión”, a la comunidad, a sus organizaciones (sociales, laborales, deportivas, cívicas). En ocasiones “mediadas” por mecanismos prestos a la inclusión, para luego poder disminuirse hasta desaparecer, pero continuando la persona “incluída”.
• “Derechos”: tomado integramente de manera “sistémica”, como un todo. El derecho a ser y pertenecer (a ser sujeto y a pertenecer a una sociedad inclusiva en la cual estar incluido). A valorarse por su individualidad y por su capacidad en equipo, a integrarse a la comunidad y estar incluído.
Por todo eso, cuando se habla de trabajo para P.C.D.M., el tema de “inclusión basada en la comunidad” toma especial relevancia; a su vez que no sería lógico pensar en una comunidad sin escuelas especiales. Porque se estaría vedando a la P.C.D. el derecho de elegir su propia escolaridad dentro del sistema educativo y sus modalidades (Ley Nacional de Educacion, 2006).
El proceso de integración de personas con discapacidad mental a un ámbito laboral es complejo. La escuela para ello debe en un primer momento capacitar laboralmente (período cuya extensión puede variar de 1 a 5 años) teniendo diferentes talleres laborales en los cuales se brindan varias opciones a los jóvenes que asisten. Luego realizar prácticas laborales en un ámbito lo más real posible, contando con los instrumentos y recursos propios de cada especialidad a desarrollar.
Por último, encontrar un ambiente integrador donde el joven pueda tener una buena experiencia laboral que le permita llevar a cabo un desempeño acorde. Esta etapa debe desarrollarse en organizaciones de la comunidad y tiene por objeto la aplicación de los conocimientos adquiridos y la aplicación de conductas y hábitos con destrezas propias del trabajador.
La situación es por demás compleja dado que en el mercado laboral de hoy las oportunidades de empleo genuino y rentado están reservadas en general a perfiles de candidatos muy “valorados”. Por ejemplo: en general los avisos solicitan de condición inicial “Titulo Secundario”, alguna “Experiencia Previa”, y a veces “Buena Presencia”.
Pero para lograr la autonomía en el adulto es necesario comenzar a trabajar en el área desde niños. Dentro de los objetivos de la formación en Educación Especial (y particularmente en el área de “Formación laboral”), se encuentra el hecho de favorecer el desarrollo de “perfiles de egresados con buen nivel general” (que aumenten sus chances de “Empleabilidad”), como así también la función de generar cursos de “Aprestamiento” y a la vez acercar a los candidatos fuentes reales de posibilidades de empleo. Además, el seguimiento posterior, que incluye el seguimiento en el puesto de trabajo, acompañamiento y sostén del trabajador, como así también de sus compañeros y referentes.
Partiendo del marco legal que actualmente rige en nuestro país, se considera que toda persona con o sin necesidades educativas especiales tienen el derecho de ser integrados e incluidos, no solo en lo que respecta a la educación sino en todos los ámbitos de la sociedad donde un niño, adolescente, adulto o anciano pueda desenvolverse y desarrollarse al máximo.
Consideramos que la sociedad cumple un rol muy importante a la hora de hablar de inclusión de las personas con discapacidad, dado que puede favorecerla u obstaculizarla. Queda en evidencia que el acceso al campo laboral es elemento integrante de la igualdad de oportunidades y por ello debe estar a disposición de todos y no de algunos pocos.
El trabajo, con todo, finalmente aporta al mejoramiento de las condiciones de vida, el logro de una mayor autonomía y consecuentemente a la participación ciudadana a partir de un sentimiento de pertenencia a un grupo, equipo.
Al mismo tiempo, fundaciones y escuelas de educación especial existen y seguirán existiendo, dado que cumplen una importante función social. Sin embargo, el debate se sostiene y hay gente que considera que este tipo de instituciones refuerza la fragmentación educativa y laboral, encerrándolos, quitándoles los derechos a las personas que se forman en estas instituciones. Claro está que las críticas a veces llegan a cuestionar la existencia, sin tener en cuenta lo que en realidad en este momento es el verdadero problema: la falta de inserción laboral, la desigualdad ante los derechos del trabajador y sus constantes dificultades de inserción social de toda índole.
En la actualidad hay ciertos movimientos a favor de las personas con discapacidad que presionan en dirección a anular los tratamientos especializados y eliminar a los entes laborales específicos, integrando a todos ellos en una misma sociedad laboral sin tener que depender de fundaciones, organizaciones o grupos que dispongan de un espacio para personas con discapacidad. Lamentablemente, en ciertos países y en ciertos momentos estos movimientos coincidieron con la hegemonía del discurso neoliberal, que sin embargo, en lugar de potenciar la libertad, la calidad de vida y los derechos de las personas que necesitan asistencia, se dio lugar al abandono, al descuido y a niveles nunca antes alcanzados de marginalidad y de desintegración social.
Los responsables de la Educación concuerdan que el objetivo último es la inclusión social, pero para alcanzar esa meta es necesario articular tácticas, estrategias que a lo largo de la vida podrían incluir: diagnóstico pre-natal, estimulación temprana, un aprendizaje progresivo y correspondido a través de la educación para luego lograr un aprestamiento laboral para utilizarlo como afianzamiento y asentamiento de la vida social.
Resulta evidente la relación directa existente entre el fomento de los programas de inclusión social, deportiva y laboral en las diversas escuelas que han impulsado a la realización de prácticas deportivas en su tiempo libre, fortaleciendo aún más esa independencia, y luego adquirida por el trabajo. En las escuelas donde se incentivan y promueven este tipo de programas, los individuos con discapacidad descubren talleres donde gracias a la práctica generan un abanico de conocimientos y esquemas motores que los ayuda en el día a día, a estar más incluidos en la sociedad, ya sea laboralmente, activamente o socialmente. Por ende, el feed-back generado entre estas personas involucradas en la rutina que estos talleres proponen, resulta poderosamente atractiva y llamativa, insertándolos de forma directa en las relaciones sociales, sobre todo en lo laboral.
Se estima que la génesis de esta adaptación en lo social y fundamentalmente en lo laboral debe surgir de las instituciones escolares, ya que, gracias a su vinculación con estos proyectos, aquellas personas antes “marginadas” logran dar sus primeros pasos en este terreno donde el acceso parece ser una meta casi imposible.
De modo que, la escuela en la inserción laboral inicial, mediante los tutores y las supervisiones, va aportando la visión profesional, la contención y la capacidad de respuesta acorde a las circunstancias.
Conclusiones
Hablar de derechos ciudadanos, de igualdad de oportunidades, integración social y diseños de planes, pareciera ser muchas veces la expresión de una utopía; mientras que la exclusión es un hecho que se puede constatar diariamente, no sólo cuando hablamos de trabajo, sino también en las diversas situaciones sociales en las que se trata con personas con características diferentes.
En el trabajo aquí presentado se exhibieron tres ejes centrales; por un lado la pertenencia de los alumnos a familias que en ocasiones esperan que su hijo con discapacidad pueda aportar, aunque sea en mínima medida a la economía familiar; el segundo eje está representado por la formación de este alumno, que por tener alguna discapacidad es beneficiario de leyes que obligan a su obra social a sostener los gastos de la escuela especial, y que también aspira a que en algún momento de su vida el afiliado pueda auto valerse; el tercer eje hace a la experiencia concreta laboral con proyecciones que se forman a diario, con un fuerte lazo emocional y una intervención individual pensada en las características particulares e irrepetibles de cada uno de los sujetos.
Los tres con un fuerte uso de la razón, con energía y proyecciones, deseando una comunidad incluyente con la diversidad. Todos con un amplio sentido de pertenencia y de lucha por la inclusión: deportiva, social y laboral de personas con discapacidad.
Lo anteriormente expuesto conlleva un compromiso fundado en la obligación mutua de crear instancias y reforzar las ya existentes, potenciando los cimientos del respeto por la diversidad y dignidad de todos. Sin embargo, habiendo comprobado que solo el 25% de las personas con discapacidad (certificada con C.U.D) tiene empleo, es dable pensar que algunas cuestiones son, la falta de control estatal de la legislación vigente, el temor de los empleadores ante un desconocimiento del empleado P.C.D., la falta de ofrecimientos de empleos y el miedo a lo distinto.
La capacitación educativa y las herramientas para el empleo, con respecto a los estándares mínimos exigidos actualmente, es una de las cuestiones que atender dentro de esta problemática. En este sentido, aparecen como posibilidad las instituciones que trabajan en las áreas educativa y laboral priorizando como acción a seguir, asegurar una capacitación constante y la ejecución de talleres de formación laboral.
Un ejemplo de lo expuesto son las Escuelas Especiales con Formacion laboral, que coordinan un programa de formación para el empleo de personas con discapacidad en el que los sujetos desarrollan las competencias y habilidades que poseen internamente, tratando con la ayuda de profesionales especializados de llevarlas adelante, a partir de la orientación y capacitación, con el fin de encontrarles un puesto de trabajo acorde a sus posibilidades, en función, a su vez, de los convenios laborales establecidos entre las instituciones y múltiples empresas así como organismos nacionales y organizaciones del tercer sector.
La mejor manera que una persona con discapacidad acceda a un empleo es por intermedio de una metodología de empleo con apoyo, a modo de guía, de un equipo de profesionales especializados en diversas áreas, brindándoles ayuda en los aprendizajes de tareas y de adaptación al entorno laboral. En este contexto, la Educación Especial debería considerarse como un “medio” y no como un obstáculo para permitir la inclusión social plena, ya que contribuye a la formación educativa, capacitación laboral y la inclusión social. Y tiene todos los mecanismos necesarios para llevarlo a cabo con éxito. La Escuela Especial trabaja así en el camino de la Integración Escolar y de la Inclusión Social, pero en plazos más largos, con horizontes más amplios pero más sostenibles y duraderos, porque puede tener el Plantel y las metodologías acordes a permitir “Aprehender” los conocimientos, hábitos y valores propios del trabajador actual.
Se constituye así en fuente de Metodología, medio ambiente facilitador y proveedor de apoyos y recursos para la integración e inclusión social plena (desde lo educativo, social, deportivo y laboral), teniendo en cuenta La “individualidad” de cada sujeto, las particularidades de cada persona. La singularidad humana que refrenda la libertad de expresión y de elección.
Items finales:
1) Quienes demostraron obtener una mayor posibilidad de inserción laboral fueron personas con discapacidad que lograron involucrarse en talleres de trabajo en instituciones que brindan el proyecto de inclusión laboral.
2) Es de destacar la función de aquellas instituciones escolares que durante su transcurso académico fomentan la emancipación de sus alumnos vinculándolos al sistema laboral, otorgándoles una primera experiencia mediante la promoción de programas extra-curriculares.
3) Queda en evidencia que el acceso al campo laboral es elemento integrante de la igualdad de oportunidades y por ello debe estar a disposición de todos y no de algunos pocos. Sin embargo, no todas las personas con discapacidad logran tener un acceso a ese ámbito.
4) Si nos enfocamos en el proyecto de poder brindarles a las personas con discapacidad un tipo de trabajo, para ello es necesario generar contextos más flexibles, donde no se le exija al trabajador PCD más allá de sus posibilidades reales, sino adecuar el trabajo a sus posibilidades y crear motivaciones para ellos mismos. Se trata de generar entornos favorables para que la persona con discapacidad pueda ser y hacer a su modo sin tener que superar a nadie para recibir un reconocimiento por ser incluido, hacer fácil, lo que es habitual, a lo que no estamos acostumbrados.
Y para finalizar, en una sociedad plural las respuestas no pueden ser únicas. De todos modos es necesario remarcar que “queda mucho por hacer…” , y mejor hacerlo entre todos, y… , con todos…
Ana Terreno*
Pablo Crespo**
* Prof. Ana Terreno. Profesora Nacional de Educación Física (GEBA). Rehabilitadora Física. Personal Trainer. Trabajó en C.B.O. (G.C.A.B.A.).
Contacto: terrenoana@gmail.com
** Prof. Ing. Pablo Crespo. Ingeniero (UBA). Profesor (Ciclo Pedagógico USAL). Posgrado en Discapacidad (ISALUD). Administrador en Inst. Suyay (A-905E). Contacto: pcrespo@institutosuyay.com.ar