También se recuerdan con horror los inconfesables trabajos realizados en la Alemania nazi por Josef Mengele y sus secuaces, de una crueldad inenarrable. Pocos conocen los experimentos de exposición de los propios soldados estadounidenses a la radiación causada por las detonaciones de las pruebas nucleares acaecidas entre 1948 y 1963 narrada en el libro “Atomic Soldiers: American Victims of Nuclear Experiments” de Howard L. Rosenberg y que diera origen al telefilm de 1989 Advance to Ground Zero (Zona Cero: Alerta Roja, en su versión en español).
Un reciente libro de la socióloga norteamericana Sydney A. Halpern pone a conocimiento del mundo otra terrible experiencia realizada por investigadores militares con algo más de un millar de ciudadanos de los propios EE.UU. ocurrida entre 1942 y 1972.
En aquel primer año, una especie de epidemia de hepatitis cundió entre los soldados de ese país que participaban en la II Guerra Mundial, producto de la contaminación de vacunas contra la fiebre amarilla proveniente del suero tomado de sujetos infectados.
Por aquel tiempo, el complejo biomédico militar creyó su deber apartarse de toda norma ética y hacer lo que fuera necesario para derrotar a enfermedades que, como la hepatitis, pueden llevar a la discapacidad y hasta la muerte, ya que algunas de sus variantes inducen el cáncer y muchas de ellas generan enfermedad crónica.
Esos mil incluyeron a reclusos, pobres y ancianos y niños con discapacidad mental, obviamente, sin su conocimiento. Se desconoce cuántos de ellos enfermaron y cuántos murieron.
El activismo por los derechos humanos y contra la guerra de Vietnam que se despertó en ese territorio en la década de 1960 impulsó que se terminara el inhumano proyecto. También influyó en esto que una nueva generación de facultativos cuestionara estas prácticas.
En la pandemia se desarrollaron experiencias similares, algunas de las cuales continúan, pero con conocimiento de los participantes
Afortunadamente, esos tiempos en que el fin justificaba los medios han quedado atrás, aunque todavía subsisten voces que denuncian que en territorios de los países más atrasados sigue rondando el fantasma de la falta de ética. ¿Leyenda?