En Argentina, la pandemia no se ha propagado con la virulencia de otras zonas, pues el fin del verano colabora con ello. Pero se puede inferir que estaremos ingresando, en poco tiempo, en las fases más agudas de propagación y contagio al arribar el otoño y especialmente durante el invierno. Para la llegada del clima frío faltan 90 días aproximadamente. Este período debe servir para preparar al sistema de salud y a la sociedad para encarar la peor etapa de la pandemia de la mejor manera posible.
De acuerdo a las estadísticas de la OMS (Organización Mundial de la Salud), entre los afectados por el COVID-19, la tasa de mortalidad ronda el 1%, aunque hay países que superan ese promedio.
Dentro del porcentaje de personas infectadas, el 80% experimenta síntomas leves, en tanto que el 20% restante presenta una sintomatología más severa que amerita una intervención de mayor complejidad. En esta franja se encuentran aquellos que finalmente fallecen.
Recientemente se han detectado en algunos países de Asia, casos de pacientes que habían recibido el alta pero que vuelven a presentar síntomas de COVID-19, lo que agregaría un agravante a la lucha contra la epidemia.
Entonces, hoy la preocupación primaria es la capacidad de respuesta de los sistemas de salud para atender a ese 20% de pacientes que requieren una atención especial.
En el caso de esta pandemia, el grado de eficacia de los centros de salud, sean públicos o privados, no se mide por la envergadura de la tecnología médica sino por la posibilidad de absorber la demanda de asistencia.
Esto que estamos diciendo, es la dificultad que países de Europa, aun siendo ricos, no han podido superar ya que sus sistemas de salud se han visto superados.
Para que ello no ocurra en la Argentina, se debe apelar continuamente a la responsabilidad y la solidaridad social para que se cumpla el autoaislamiento, y de esa manera disminuir lo más que se pueda la cantidad de trasmisores del virus. De tal manera, el número de infectados “de gravedad”, ese 20% ine-vitable, podrá ser atendido de forma adecuada y sin inconvenientes. Evitar acudir a los servicios de salud con síntomas leves colabora con la emergencia.
Dicho de otro modo: no es lo mismo el 20% de 10.000 personas que de 1.000.000. Debemos hacer todo lo posible para que nuestro ya castigado sistema de salud no se colapse. Evitar el contagio resulta beneficioso para uno mismo pero también para el resto de la población. El infectado que necesite una cama con respirador en un hospital puede ser un familiar, un amigo, tu profesor, el vecino o vos mismo.
Es obvio que las respuestas que debe dar el Estado no se pueden limitar a hacer cumplir a la población pautas de responsabilidad y cuidado personal. La pandemia deja en la superficie del debate nacional la importancia que significa el involucramiento del Estado en la salud pública, como coordinador y garante de la asistencia de los argentinos, sin ningún tipo de excepción.
Hoy es evidente, ante la fuerza de la pandemia, que es una tarea indelegable del Estado el cuidar de la salud de todos nosotros. Esta certeza, hasta hace muy poco tiempo, fue bastardeada disolviendo el Ministerio de Salud, achicando partidas presupuestarias, echando científicos o no poniendo en funcionamiento hospitales ya construidos en la provincia de Buenos Aires.
Las personas
con discapacidad ante el COVID-19
Lo primero que hay que destacar es que la población con discapacidad es “población de riesgo” y que por ello requiere una atención particular.
La Relatora Especial de las Naciones Unidas, sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, Sra. Catalina Devandas, ha señalado que los Estados deben reforzar sus medidas para garantizar los ajustes razonables que reduzcan el contagio y el riesgo de contaminación de las personas con discapacidad, pues lo realizado hasta ahora resulta insuficiente.
Estos ajustes razonables están destinados a poder realizar las actividades de la vida diaria de una persona con discapacidad (higiene, alimentación, vestimenta) y son esenciales para su supervivencia.
Como lo resalta la Organización Panamericana de la Salud, las personas con discapacidad corren un peligro mayor de contraer COVID-19 por:
– Obstáculos para acceder a la información de salud pública.
– Obstáculos para emplear algunas medidas básicas de higiene, como el lavado de manos.
– Dificultades para mantener el distanciamiento social.
– La necesidad de tocar cosas para tener información del entorno o para apoyarse físicamente.
También el riesgo es mayor de presentar casos más graves porque exacerba los problemas de salud existentes, en particular los relacionados con:
– La función respiratoria.
– La función del sistema inmunitario.
– Cardiopatías, hipertensión o diabetes.
– Obstáculos para el acceso a la atención de salud.
Existe un punto en el que se debe hacer foco. Los centros de salud y protección concentran a grupos numerosos de personas con discapacidad en espacios reducidos. Además suelen ser asistidas durante las 24 horas por terapeutas que provienen del exterior del establecimiento. Todo ello implica una alta posibilidad de contagio, con resultados impredecibles.
Similares situaciones se dan en geriátricos, hogares e instituciones psiquiátricas.
Algunas instituciones donde se encuentran pacientes considerados de riesgo para el COVID-19 han establecido protocolos en los que se permite una visita del exterior por no más de 20 minutos, en un máximo de cinco por día incluidos familiares, existiendo entre visita y visita un lapso de una hora.
Sugerencias
Queremos puntualizar una serie de sugerencias que pueden resultar útiles para quienes estén al cuidado de personas con discapacidad, sean familiares, terapeutas o asistentes, para hacer lo menos traumático posible el período de aislamiento obligatorio.
– Considerar y consultar con gente idónea el beneficio de la desinstitucionalización de la persona hasta la finalización del tiempo de aislamiento.
– Si la persona presenta síntomas propios de Coronavirus, llamar a los números indicados para cada jurisdicción y solicitar los controles necesarios, haciendo saber que se trata de una persona con una discapacidad específica.
– Controlar el stock de medicamentos e insumos, para evitar la sorpresa de un faltante, sin por ello recurrir al acopio innecesario.
– Coordinar todas aquellas terapias que se puedan realizar de modo virtual. Es importante no suspender terapias psicológicas que puedan ayudar a sostener emocionalmente a la persona en estado de aislamiento.
– En caso de terapias kinesiológicas, solicitar al terapeuta que envíe de modo online distintos ejercicios para que la persona pueda hacer sola o con la ayuda de quienes lo acompañan.
– Planificar anticipadamente con cuidadores o asistentes personales los posibles cambios de horarios o reemplazos de personal para evitar la pérdida del servicio.
– En caso de resultar indispensable la asistencia personal, se debe comunicar con el agente de salud a la brevedad a fin de garantizar la prestación.
– Mantener la calma ante una emergencia y asegurarse de tener una manera de comunicación efectiva y accesible con familiares, cuidadores y agentes de salud, como así también con los servicios públicos ante algún corte de suministro.
– Recordar de mantener las manos siempre limpias con agua y jabón, que es el modo más efectivo de evitar el contagio.
Para finalizar, queremos remarcar que se aprecia una gran dosis de irresponsabilidad en el manejo de la información. A menudo, los medios de comunicación y las redes sociales dan por ciertas noticias que no poseen ningún tipo de rigor científico, causando alarmas innecesarias y provocando pánico. Abundan los datos que apelan al miedo y la desconfianza, buscando de manera interesada el malestar social. A la vez, sin querer, muchos nos convertimos en trasmisores de mensajes falsos que no hacen otra cosa que confundir y angustiar a la sociedad. Las fuentes más confiables son la Organización Mundial de la Salud, el Ministerio de Salud de la Nación y la web argentina.gob.ar/salud/coronavirus-COVID-19
Probablemente la porción de la población más desinformada será la que sufra con mayor impacto la enfermedad. Por eso, nuestra responsabilidad es chequear la información antes de compartirla.
Estimados lectores, tengamos confianza! Sigamos haciendo las cosas bien. Los argentinos estamos acostumbrados a superar crisis y esta vez lo volveremos a lograr. Hasta nuestro próximo encuentro.