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Discapacidad materna y vínculo temprano: ¿Capacitadas como madres?

Este artículo invita a pensar juntos la discapacidad materna y el vínculo temprano. Específicamente el desempeño de madres con discapacidad motora, lo cual implica conocer las vivencias de estas mujeres, sus recursos psíquicos y físicos, y las conductas utilizadas en el vínculo con sus hijos. El derecho a ser madre, la aceptación social y el miedo al embarazo, son las cuestiones planteadas para reflexionar.

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Discapacidad materna y vínculo temprano: ¿Capacitadas como madres?
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El contacto físico temprano
Los bebés nacen con una necesidad urgente e intensa de completa dependencia. Los investigadores de estas temáticas1 consideran que el factor más importante en la constitución del apego es el contacto físico positivo, ya que éste causa respuestas neuroquímicas en el cerebro que permiten que los sistemas cerebrales responsables del apego se desarrollen normalmente. Durante los tres primeros años de vida el cerebro alcanza el 90% del tamaño adulto y coloca en su lugar la mayor parte de los sistemas y estructuras que serán responsables del funcionamiento emocional, conductual, social y fisiológico para el resto de la vida.
Sabemos actualmente que las experiencias de vinculación repetitivas durante la infancia proveen una base sólida para futuras relaciones saludables. Se ha estudiado que, por el contrario, la inconsistencia del vínculo emocional o la falta de satisfacción de estas necesidades básicas de sostén, afecto y reconocimiento, generan conductas de ansiedad y desconfianza de los bebés hacia sus cuidadores. Los bebés pueden reaccionar a esta situación de múltiples maneras, que influirán ciertamente en la consolidación de un modelo de vinculación que luego harán extensivo al resto de sus relaciones.
El contacto físico no solo satisface las necesidades de cercanía y afecto para el bebé, sino que le provee seguridad, estimulación y movimiento.
Diversos estudios demuestran que los bebés que pasan más tiempo en brazos y son acunados con regularidad ganan peso antes, se muestran más resistentes a las enfermedades y lloran menos, según la especialista en pediatría, Dra. Krupitzky2. Los recién nacidos tienen el sentido del equilibrio muy desarrollado y son muy sensibles al movimiento, de modo que el vaivén de los brazos le recuerda al recién nacido los movimientos que sentía dentro del vientre materno y eso le tranquiliza.
Por otro lado, el contacto físico con el bebé durante las primeras semanas de vida (su olor, su rostro, sus sonidos) estimula la secreción materna de una serie de hormonas (prolactina y oxitocina, entre otras) que son fundamentales para que la madre se sienta tranquila y segura, además de permitirle estar más atenta a las necesidades del bebé: esto favorece una mejor conexión y comprensión del recién nacido.
Es importante destacar que los niños cargados en brazos suelen ser más independientes y tener mayor autoestima, lo cual les proporciona una gran sensación de seguridad y tranquilidad. Por ejemplo, situaciones que podrían parecerles peligrosas si estuvieran solos, como ruidos fuertes o luces estridentes, dejan de serlo al notar que su cuidador está cerca. Cuando el niño está en brazos también dispone de un campo de visión e interacción mucho mayor que cuando no lo está, de modo que el simple hecho de estar siendo cuidado por un adulto ya le proporciona al bebé una gran estimulación y experiencias que de otro modo no podrá tener.
En su temprana infancia, también el contacto corporal estimula la producción hormonal que participa en el crecimiento, enriquece el desarrollo intelectual y motor y ayuda a regular la temperatura corporal de los bebés, la frecuencia cardíaca y los patrones de sueño y vigilia. Además, se ha demostrado que quienes desde el inicio de su vida reciben contacto corporal con mayor frecuencia ganan peso más rápidamente, se alimentan mejor, están más organizados emocionalmente y presentan un desarrollo motor e intelectual más complejo.

¿“Capacitadas” para ser madres?
Abordar el tema de la discapacidad materna implica tener presente que es imposible apreciar completamente sus causas, procesos y consecuencias sin recurrir al entorno social y a la interacción de la mujer con discapacidad con el mismo.
Es importante tener en cuenta que el abordaje individual y familiar de la discapacidad desde una óptica interdisciplinaria permite asomarse de una manera diferente a esta problemática, vinculándola a la estructura propia y singular de cada sujeto y su familia.
Desde las leyes nacionales e internacionales vigentes, es un derecho de las mujeres, quienes deciden si quieren o no ser madres independientemente de que tengan o no alguna discapacidad motora.
Muchas mujeres que se encuentran frente a esta situación límite de sus vidas saben que el hecho de que hayan decidido ser madres es todo un desafío que mucho tiene que ver con su historia y su actitud frente a esa situación adversa, porque la maternidad es una elección, independientemente de la discapacidad.
Si hiciéramos una asociación libre de la palabra «madre», aparecerían conceptos cómo «mamá», «matriz», etc. Sin duda, parece que ser madre se relaciona con generar vida, con entender que la vida pasa a través de la mujer. Y esto no solamente abarca la esfera de lo biológico: la maternidad más bien tiene que ver con la capacidad de la mujer de generar un «nido», donde sostener y albergar al niño que llega, con la capacidad de retener, cuidar y anidar.
En la historia de la humanidad, la maternidad ha estado ligada al rol femenino, que conlleva a actividades relacionadas con la reproducción y la crianza de los hijos. Tanto S. Freud3 como Melanie Klein4, entre otros psicoanalistas, coinciden en que la maternidad es un deseo inconsciente que está presente en toda mujer y que ésta va o no a ser asumida o ejercida en virtud de la propia historia, de la propia experiencia de la mujer como hija.
Por otra parte, también D. Winnicott, psicoanalista y pediatra inglés, ha escrito y estudiado extensamente acerca de la maternidad y especialmente sobre la relación madre-bebé. Él habla de la maternidad como un sentimiento ambivalente, complejo y ambiguo, donde se mezclan el amor, la agresividad, el investimiento libidinal por parte de la madre hacia su hijo, el reconocimiento del niño como otro, pero también la fusión con él.
La mujer madre va proponiendo diferentes explicaciones a la risa, al llanto de su hijo y este pensar y hablar por él es imprescindible para el bebé, ya que la madre va buscando soluciones alternativas hasta calmar su malestar. Es lo que Winnicott llamó preocupación maternal primaria5, y que es básica para el buen desarrollo psíquico y emocional del pequeño. Dicho estado consiste en el desarrollo gradual de un estado de sensibilidad, que se inicia ya desde el embarazo, y especialmente hacia el final del mismo. No es fácilmente recordado por la madre una vez que se ha recobrado del mismo ya que el recuerdo que se conserva tiende a ser reprimido. Plantea que van a ir dándose procesos de identificación masiva necesarios para que la madre se adapte al cien por ciento a las necesidades del niño, ya que esa adaptación activa por parte de la madre es el elemento esencial para el desarrollo emocional del bebé.
La madre debe ser capaz de preocuparse de su propio hijo con exclusión de otros intereses, temporalmente, para poder ponerse en el lugar del niño de una manera empática y satisfacer sus necesidades. Se trataría de un período muy importante y crítico, dado que la madre debe estar sana para alcanzar este estado y para liberarse de él cuando el bebé la libere.

Mitos de la maternidad y la discapacidad
La prevalencia de las negativas representaciones sociales que de las mujeres con discapacidad se tiene en cuanto a la maternidad hace que se las siga condenando a muchas de ellas a no ser madres o, de serlo, delegar las responsabilidades relativas al cuidado de sus hijos o hijas en personas de su confianza, en el mejor de los casos6. Y es que todavía siguen existiendo importantes barreras mentales que impiden el desarrollo de la maternidad a muchas de estas mujeres que tampoco se considera que aquí “encajan” en la imagen social que se les concede.
Entre los mitos que motivan la visión negativa de la maternidad figuran:
• La asexualidad. Si la mujer con discapacidad no es considerada candidata al amor y la vida en pareja, es impensable que ejerza como madre.
• La consideración por parte de profesionales de la salud del riesgo que entraña el embarazo y parto por la delicada salud de la mujer con discapacidad.
• La idea de dependencia absoluta de la mujer con discapacidad. Se piensa que no tendrá autonomía y capacidad para cuidar a un niño.
• La visión de la discapacidad como una enfermedad heredable o un castigo, que se transmite a la descendencia.
• La creencia de que los hijos sufrirían las consecuencias psicoemocionales y psicosociales negativas de tener una madre con una discapacidad.
• Criar hijos supone unas condiciones óptimas de energía, movilidad, agilidad que demandan que la mujer esté en excelentes condiciones de salud y nadie pueda ocupar su lugar ni desempeñar su rol, por lo tanto esto hace incompetentes a las mujeres con discapacidad.
Diversos estudios, realizados en distintos países del Primer Mundo (Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, etc), aluden a las barreras institucionales y las prácticas de profesionales del campo de la salud que suponen obstáculos a la maternidad de mujeres con discapacidad motriz: dificultades de acceso a servicios ginecológicos, reticencia para atender embarazos bajo el pretexto de considerarlos de alto riesgo, escasa e inadecuada respuesta a las necesidades de información, inapropiada ayuda, entre otros.
Pese a todos los prejuicios y obstáculos, muchas mujeres con discapacidades tienen el “valor” de ser madres. “Valor” en el sentido de enfrentarse a nuevos desafíos y limitaciones prácticas, pero sobre todo por tener que demostrar continuamente en la sociedad si son “buenas o malas madres”. “¿Cómo afecta la discapacidad al embarazo, parto y puerperio? ¿Podré cuidar a mi hijo en condiciones? ¿Se verá afectado su desarrollo?”.
Desde la Psicología Perinatal -área de la Psicología de la Primera Infancia que abarca desde el tiempo preconcepcional, el embarazo, el parto, puerperio hasta los 3 años de vida del niño y su entorno familiar- se estudia cómo la figura materna proporciona alimento cognitivo para las actividades motoras, sensoriales y mentales del niño: cada vez que interacciona con él, cuando juega, lo toma en brazos, le enseña cosas, le canta, le habla, le mueve los brazos o las manos, le proporciona objetos para jugar, le ayuda a cambiar posición, etc. La madre, sin tener a veces conciencia de ello, estimula y crea las condiciones favorables para la manipulación y la exploración del ambiente7.
La conexión piel a piel es especialmente efectiva en las primeras interacciones de cualquier díada madre-bebé para construir las bases de lo que posteriormente será el vínculo temprano. Es interesante pensar cómo podría darse ese contacto preponderantemente corporal en sus inicios, si el niño es sano y la madre presenta una discapacidad motora.
Las causas de este tipo de discapacidad pueden deberse a secuelas neurológicas, ortopédicas o reumatológicas. Las secuelas neurológicas se dividen en cerebrales (parálisis o hemiplejía) o medulares. Dicha alteración se produce por una lesión en el sistema nervioso central (SNC) a nivel de médula o del encéfalo. Si la lesión acontece en esta parte del sistema nervioso, su consecuencia es la parálisis cerebral. Las causas pueden ser perinatales (durante el embarazo), natales o postnatales. Como consecuencia, en dichas madres se pueden producir limitaciones posturales, de desplazamiento o de coordinación del movimiento.

Para abrir nuevos caminos
Es preciso deconstruir la representación de la maternidad de la mujer con discapacidad, que ha enfatizado en la ineptitud y las consecuencias negativas en el desarrollo de sus hijos sanos.
Resulta sumamente enriquecedor intentar conocer tanto las vivencias de las dificultades físicas con las que se enfrentan estas madres singulares, como así también sus recursos para solventarlas, sus logros y su desempeño en la crianza, explorando las “capacidades de la díada” puestas en juego en cada encuentro madre-hijo.
Sería interesante trabajar esta temática de manera interdisciplinaria, dada la demanda social ante un panorama cada vez más complejo en el día a día de la atención sanitaria. Esto solo podría darse a través de las interrelaciones de diferenciación e integración de las disciplinas que aborden la maternidad y la discapacidad motora materna, como así también a través de discusiones, divergencias, críticas y consensos del trabajo en equipo en relación al desarrollo infantil de los niños.
Por ello será imprescindible realizar Intervenciones Tempranas y Oportunas8 que tiendan a un abordaje y acompañamiento de la díada madre-hijo y de su red familiar, así como también un seguimiento del desarrollo infantil de manera global desde la concepción del Neurodesarrollo y la Neurodiversidad. Este encuadre proporcionaría una mirada integradora del desarrollo infantil temprano y ampliaría no solamente el horizonte de la temática, sino que además lo haría respecto de las diferentes formas de abordaje clínico, teniendo en cuenta que serían necesarios profesionales no solamente idóneos en el área, sino innovadores, flexibles y abiertos a encontrar nuevas y creativas estrategias para abordar nuevos escenarios que trae consigo el siglo XXI.

Marianela Fernández*

* Marianela Fernández es Licenciada en Psicología (UBA). Profesora en Enseñanza Media y Superior en Psicología (UBA). Especialista en Psicología Perinatal y de la Primera Infancia (COLPSIBA). Directora y docente de la Carrera de Especialización en Psicología Perinatal y de la Primera Infancia en el Colegio de Psicólogos de la Pcia. de Bs. As.
Contacto: ma.nelafernandez@gmail.com

Notas bibliográficas:
1) López González, M. (2008). Mujeres con discapacidad. Mitos y realidades en las relaciones de pareja y en la maternidad. Madrid: Ed. Narcea.
2) Krupitzky, S. (2001). Puertas de entrada al conocimiento del desarrollo infantil. En Manual de educación continua para el personal de enfermería en APS- 1. Buenos Aires: SAP.
3) Freud S. La feminidad. Vol. XX Amorrortu Ed. Arg. 1979.
4) Klein M. El carácter femenino .Ed. Paidós. Arg. 1971.
5) Winnicott, D. (1956). Preocupación maternal primaria. En Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Ed. Laia Barcelona.
6) López González, M. (2008). Mujeres con discapacidad. Mitos y realidades en las relaciones de pareja y en la maternidad. Narcea Ediciones.
7) Fernández, Marianela, Gomez, M. C., Dehollainz, I. (2019). Algunas observaciones sobre el abordaje desde la Psicología Perinatal. En Construyendo lazos, haciendo letra. R y C Editora.
8) Schapira, I. y cols. (2010). Los años formativos. Desarrollo e intervención oportuna en los primeros cinco años de vida. Fundación Neonatológica para el Recién Nacido y su familia.

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