Aunque continuamos con nuestra tarea cotidiana y el acompañamiento a la distancia de nuestros concurrentes y sus familias, este tiempo nos ayuda a trabajar más introspectivamente, con mayor conciencia y desde un ejercicio reflexivo más amplio y profundo.
Como parte de ese proceso es que hoy queremos volver a preguntarnos sobre aquellos aportes específicos que la Antroposofía, como camino del conocimiento creado por Rudolf Steiner, puede brindar a la tarea llevada a cabo en instituciones que trabajan en Discapacidad y Educación Especial.
El Centro Educativo Terapéutico de Fundación Tobías brinda una prestación pedagógica-ocupacional, terapéutica y personalizada. El sustento antroposófico posibilita que nuestra propuesta no se limite a la observación de los procesos físicos y anímicos, sino que englobe una idea de evolución especial, individual, que trasciende las condiciones heredadas y sociales. Pues para la Antroposofía una biografía es una sinfonía que cada ser humano compone.
En este sentido, somos invitados cada día a apartamos del concepto de “normalidad” que excluye, subestima y margina, y contrapone el concepto de individuación. Lo normal-anormal corresponde a los contravalores de una sociedad competitiva y su consecuente efecto separador, de selección y exclusión.
Por el contrario, entendemos el concepto de individuación como una serie de procesos en un constante devenir. No existe el ser humano completo, perfecto o sano. Desde que ponemos un pie sobre el planeta nos enfrentamos a nuestros propios límites y vulnerabilidades y absolutamente todos necesitamos de cuidados y de nuestro entorno para alcanzar un desarrollo armónico. Es decir que vamos aprendiendo a ser humanos, y ese aprendizaje lleva tiempo. Cada experiencia humana es un aprendizaje especial y constituye su propia norma.
Desde la concepción del ser humano contemplamos que en cada persona existe un ser espiritual y que, más allá de cualquier déficit o etiqueta diagnóstica, hay una individualidad con destino propio. Hay un núcleo interior que busca despertar y acompañar ese impulso, es el desafío de los profesionales a cargo de las diferentes tareas.
En la práctica, el proyecto del Centro Educativo Terapéutico brinda sus actividades en grupos reducidos que respetan las edades cronológicas de los concurrentes. Por lo tanto se han diseñado dos dispositivos diferentes que atienden las necesidades específicas de cada etapa: los Grupos de Pedagogía para niños y adolescentes, donde reciben una adaptación de la currícula Waldorf; y los Grupos de Taller para jóvenes. Ambos dispositivos trabajan de manera interdisciplinaria con las áreas clínico-terapéutica, nutricional, artística y el programa de salidas recreativas y culturales:
Grupos de Pedagogía
En el ámbito del aula y través de las actividades pedagógicas de esta currícula, son reunidos en pequeños grupos niños de la misma edad biológica y con diferentes trastornos del neurodesarrollo y de la personalidad. Al aplicar este plan de estudios, se les imparten los contenidos que antropológicamente corresponden a su edad, especialmente adaptados y presentados artísticamente.
La Pedagogía Waldorf organiza los contenidos curriculares en el tiempo y el ritmo que considera adecuados a la situación evolutiva específica, cultivando con igual intensidad la ciencia, el arte y los valores morales y espirituales. De este modo se trata de establecer una relación armónica entre desarrollo y aprendizaje, haciendo confluir la dinámica interna de la persona con la acción pedagógica directa, es decir, integrando los procesos de desarrollo individual con el aprendizaje de la experiencia humana culturalmente organizada. Se pone especial atención para que en la enseñanza se encuentren entretejidos puntos de vista científicos y estético-artísticos, junto con los aspectos relativos al respeto profundo y la admiración ante el mundo.
La currícula Waldorf brinda los lineamientos para el camino del niño y adolescente, desde la conciencia grupal, hasta su individuación, y a partir de la crisis de la pubertad, hacia su autonomía personal y conciencia individual.
Grupos de Taller
Con la madurez surge la necesidad de salir del núcleo familiar y el derecho a vivir la propia vida. Esto no implica el romper los vínculos con la familia sino transformarlos y adaptarlos a la nueva etapa. Lo acompañamos a ejercer el derecho a vivir una vida propia, más allá de que continúen viviendo en el ámbito familiar.
El tránsito de los años escolares a la vida adulta transforma la propuesta, ya no se pretende “educar” al joven como si fuera un niño. El orientador del taller acompaña a cada joven a encontrar una situación de vida en comunidad, compartiendo con pares la tarea diaria, la actividad laboral y la vida cultural.
En este sentido, no se trata de brindar un taller para jóvenes con discapacidad, sino de crear un espacio a través del cual se ponen en juego aspectos esenciales de la vida en grupo y el ejercicio de la responsabilidad y la capacitación.
El desafío es encarnar un quehacer que supere la mera ocupación, que permita que concurrente pueda expresarse, servir a su propio desarrollo y trabajar en pos de la creación de productos que surgirán de las diferentes capacidades de los integrantes de ese grupo. Y esa entrega, ese darse, debe tener un sentido y una valorización.
Por supuesto que no es la elección de metodologías y recursos lo que garantiza los objetivos planteados ni el cumplimiento de la misión institucional y su filosofía. Ni la pedagogía Waldorf ni los aportes de la antroposofía en el campo de la discapacidad puede alcanzar su máxima eficacia sino se transforman en realidades vivas y dinámicas que se expresen a través de la práctica diaria, no sólo desde el campo conceptual y sino, sobre todo, en cómo esos conceptos y directrices alcanzan su expresión hasta en el más pequeño de los detalles, creando un clima envolvente, de cobijo y activo entusiasmo. Del mismo modo, es fundamental que los profesionales que los lleven adelante los vivan en sus propias realidades, a través del trabajo personal, la capacitación, el acompañamiento continuo de la supervisión y el vivo interés por el otro, para posibilitar que los recursos se expresen como un verdadero arte.
Así lo dijo Rudolf Steiner, creador de la antroposofía y la pedagogía Waldorf hace cien años, durante una clase para maestros de la escuela pública dictada en la ciudad de Basilea, y aunque se refería puntualmente a la tarea del educador, podemos expandir también el concepto hacia el acompañamiento en el ámbito clínico-terapéutico: “El arte de la educación requiere que lo ajustemos exactamente a lo que se desarrolla en un ser humano. Debemos derivar de eso lo que llamamos el currículo y las metas educativas. Lo que enseñamos y cómo enseñamos debe fluir de la comprensión de los seres humanos. Sin embargo, no podemos obtener esta comprensión de los seres humanos si no somos capaces de cambiar nuestra visión del mundo para ver lo espiritual que forma la base de los hechos sensibles”.