La idea provino del infectólogo Fernando Polack, reconocido mundialmente en su especialidad, ya que, entre otros logros, formó parte del equipo que testeó en nuestro país la vacuna de Pfizer contra el Covid y también importante participante en el desarrollo de una vacuna contra un virus causante de la bronqueolitis, aprobada a comienzos de este año por la ANMAT.
Quienes gestionan esta casa de comidas son personas con edades entre 18 y algo más de 40 años con distintas neurodiversidades. El chef Takehiro Ohno diseñó un menú consistente en una docena de platos diferentes, para los cuales no se necesita ni fuego, ni cuchillos ni otros elementos que puedan comprometer la integridad física de los integrantes del grupo. Todos y cada uno de los 40 trabajadores están habilitados para realizar cualquiera de las tareas, desde cocinar, hasta servir, pasando por la limpieza y todos los demás requerimientos propios de un restaurante.
Abrieron el local al público en marzo del corriente tras dos años de intenso entrenamiento, cuidando cada uno de los detalles, como, por ejemplo, que la vajilla tenga el mismo color que los recipientes con los que se elabora una comida, para evitar errores, y hasta señalizando los recorridos a realizar por los mozos.
En una entrevista que le realizara Página 12, Polack señaló que la iniciativa no se lanzó como un proyecto terapéutico más, sino como una forma de que cada uno de los integrantes de esta experiencia pudiera ser lo que es, mostrando sus capacidades.
De todas maneras, la vida de estos trabajadores mejoró en diversos aspectos, desde comenzar a viajar solos, hacerse amigos unos con otros, teniendo una vida social similar a la de cualquier otra persona, además de ganarse la vida con un trabajo en el que se les paga porque lo que sirven es de calidad y no por caridad.
En agosto pasado, la Legislatura de CABA declaró a Alamesa de interés social.
Se puede conocer más de este restaurante a través de Instagram.