La idea surgió de observar que su hermana, quien porta parálisis cerebral, durante mucho tiempo no pudo conseguir una silla de ruedas, lo que limitó enormemente sus posibilidades de traslado. Es por eso que hace aproximadamente tres años se dedicó a recolectar elementos tales como sillas de ruedas, camas de hospital, muletas y sillas de baño rotas y desechadas como chatarra para componerlas y darlas en préstamo o en propiedad a aquellos que, necesitando de tales elementos, no están en condiciones económicas como para adquirirlas.
Como las buenas acciones generan empatía, él comenzó la tarea en soledad, hasta poniendo dinero de su bolsillo para comprar los objetos y los materiales necesarios para la compostura, pero poco a poco sus amigos y otras personas fueron sumándose a su iniciativa solidaria, algunos trabajando junto a él en la restauración, mientras que otros se dedican a conseguir fondos para que la ayuda se multiplique. De esta manera, han logrado entregar más de 120 equipos a quienes los necesitan.
Elizandro destaca que aunque no siempre alcanzan el dinero y las donaciones de elementos tales como pintura, asientos de inodoro, maderas, etc., sino que hay que adquirirlos, cada vez hay más personas que aportan para que su loable iniciativa crezca, aunque todavía haya que complementar los ingresos con aportes de los mismos voluntarios involucrados. A su vez, tampoco los implementos desechados como chatarra siempre son gratuitos, por lo que ese suele ser otro gasto a asumir.
Por otra parte, la pandemia y sus consecuencias económicas hicieron que las necesidades aumentaran, aunque eso no amedrentó al muchacho y a su equipo sino que, por el contrario, redoblaron sus esfuerzos para satisfacer el aumento de la demanda.
Sin duda, una iniciativa loable que debiera replicarse en todos los ámbitos en que los propios ingresos no alcanzan y donde la ayuda estatal, aunque habría que demandarla, no existe.