El artículo publicado en el volumen 41 de Health Affairs (https://www.health affairs.org/doi/abs/10.1377/hlthaff.2021.01136) da cuenta de que muchas de las personas con discapacidad continúan recibiendo una atención médica con claros signos discriminatorios.
El trabajo consistió en consultar a 714 médicos de todo el país con práctica en consultorios privados.
ADA indica, entre otras cuestiones, que los facultativos deben informar, aconsejar y discutir con sus pacientes sobre los tratamientos disponibles para cualquier contingencia de salud que se presente, sea ella derivación de la discapacidad que porta o no. El 71,2% de los profesionales encuestados lo desconocía.
Por su parte, un 20,5% ignoraba quiénes debían hacerse cargo de los gastos derivados de la terapéutica a aplicar, mientras que el 68,4 temía estar en riesgo de ser demandado por incumplimientos relacionados con dicha Ley, aunque muchos de ellos no tenían la menor idea de cuáles son sus responsabilidades.
Los investigadores también señalan que las personas con discapacidad, además, reciben una atención por debajo de la media, como, por ejemplo, ser examinados en la silla de ruedas en lugar de sobre la camilla.
También instan a que se mejore el entrenamiento médico y que, así como existen cursos para combatir el racismo, habría que hacer algo similar respecto de las personas con discapacidad, ya que prácticamente todos, en algunos momento de su profesión, deberán enfrentarse con alguna.
En realidad, lo que se requiere es que estos individuos simplemente sean tratados como personas, ya que todos tenemos esos mismos derechos.
La pregunta que se nos aparece inmediatamente es si el problema está radicado solamente en los médicos estadounidenses o es tristemente universal, porque muchos países, incluido el nuestro, tienen leyes que mandan que el paciente es quien decide, porte o no una discapacidad, de acuerdo con sus competencias, y todos tenemos derecho a una atención de calidad.