El desarrollo psicosexual supone que a cada edad corresponden ciertas características y manifestaciones de la sexualidad.
Pero si la sexualidad no es solo sexo en el sentido de lo biológico, y pensamos la sexualidad como un concepto integral que incluye lo emocional, la identidad y los valores, no es tan fácil pensarla como etapas a cumplir por edades. Aparece algo de la subjetividad y la historia personal de cada niño que se manifestará en sus comportamientos, intereses y deseos.
Estas y otras preguntas en torno a la sexualidad pueden responderse desde distintas cosmovisiones o formas de pensar: el paradigma medico pensará en términos de normal/anormal, el paradigma moralista pensará en términos de bueno/malo y el paradigma social pensará en términos de derechos o responsabilidades, pero también desde el paradigma de la diversidad se pensará en la existencia de la sexualidad como una construcción única y particular de cada persona.
Está claro que cuando pensamos el tema sexualidad vienen a nuestra mente múltiples representaciones o ideas que nos llevan por caminos divergentes. Probablemente muchas de estas ideas nos lleven a pensar la sexualidad como sexo, es decir como lo biológico, los genitales y su función reproductiva, por lo cual supondremos que la sexualidad es privativa del mundo adulto y se vincula con reproducción de la especie por lo tanto quedará circunscripta al marco de un vínculo heterosexual. Pero este desarrollo de pensamiento deja por fuera muchas otras representaciones de la sexualidad que son producto de la gran diversidad sexo genérica que existe en nuestra sociedad.
La frase “los genitales no nos dejan ver el sexo”, del sexólogo Efigenio Amezua, refiere a que pensamos al Sexo solo desde su vertiente biológica y anatómica. Pero, ¿qué cosas no nos dejan ver los genitales? Nos impiden ver las identidades, los deseos y orientaciones sexuales, las manifestaciones afectivas, nuestros sentimientos, los valores que nos atraviesan y los vínculos que nos hacen ser quienes somos, nuestra autoestima, nuestra relación con nosotros mismos, con nuestro cuerpo y con los otros.
Todo este conjunto de elementos, producto de una mirada integral sobre la sexualidad, nos hace ver que ser sexuales es algo ineludible a todo ser humano, que no podemos elegir ser personas sexuadas o dejar de serlo. Nacemos como sujetos sexuados y morimos como tal. Esto sucede desde la gestación hasta la muerte, por lo que en el desarrollo de la vida de un ser humano se van enlazando una serie de estructuras que nos van sexuando como individuos.
Por eso vamos a pensar este desarrollo y recorrido de la sexualidad que se da en todo ser humano y que va combinando los cromosomas, las gónadas, los genitales internos y externos, las hormonas, etc. que constituyen un soporte biológico junto a una existencia y sus experiencias en una cultura específica y en un momento socio histórico determinado.
Este complejo proceso no se reduce a una serie de etapas cumplidas por edad, resulta de un recorrido marcado también por lo singular que va constituyendo la sexualidad como un proceso particular y subjetivo, único e irrepetible.
Un aspecto del desarrollo psicosexual es el desarrollo y manifestación de la identidad de género, por lo que desde muy temprana edad los niños y las niñas pueden identificarse con un género u otro, dado que son los modelos que circulan en nuestra cultura: hombres o mujeres, nenes o nenas.
También en el desarrollo psicosexual se observan curiosidades que se expresan a través de preguntas o comportamientos que son el producto del interés y el deseo de saber, también juegos con otros niños o niñas, exploraciones y curiosidades.
Lo necesario e imprescindible para el sano desarrollo psicosexual resultará de la presencia de adultos que puedan estar para contener, responder y enseñar que la curiosidad, los juegos o los intereses que interpelan la sexualidad es un valor que debe ser explorado y aprendido en un marco de respeto y amor.