Barry Bryant, del Departamento de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta, y Joseph McGuire, profesor de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta en la Escuela de Medicina, ambos pertenecientes a esa institución estadounidense, junto con Morgan Sisk, de la Universidad de Alabama, lideraron el metaestudio que tomó en consideración las publicaciones realizadas en revistas científicas con arbitraje en las cuales se realizaron investigaciones sobre esta temática en el período abarcado entre 2011 y marzo del corriente año.
Identificaron 27 estudios efectuados en los EE.UU. y en el resto del mundo, los que incluyeron 2.911 participantes con edades de 6 a 17 años, mitad de ellos niñas y otro tanto niños.
Lo que disparó la investigación fue el hecho de que se estima que el 20% de niños y adolescentes estadounidenses entre 3 y 17 años presentan problemas mentales, emocionales, del desarrollo o comportamentales y que los comportamientos suicidas se han incrementado un 40% entre ellos desde 2010 a 2019, cifra que se cree que se disparó con la pandemia y en el tiempo posterior.
Para constatar la utilidad de estos videojuegos con pretensiones terapéuticas analizaron los datos disponibles. Un primer inconveniente se encontró en que no todos medían lo mismo ni utilizaban las mismas categorías analíticas. Además, en muchos de ellos, en lugar de realizar mediciones objetivas, los datos plasmados provenían de la manifestación de los propios investigados o en la declaración de personas cercanas a ellos, lo que los relativiza, así como en buen número de estudios no se precisan las características de los participantes. Tampoco se pudo determinar la eficacia de los distintos juegos.
Entre las conclusiones a que arriba el paper publicado en JAMA Pediatrics (doi:10.10 01/jamapediatrics.2024. 3139) se indica que en lo que respecta a aquellos realizados para casos de Trastornos por Déficit de Atención e Hiperactividad los beneficios pueden considerarse como modestos, mientras que en los dirigidos a la ansiedad los mismos son prácticamente nulos.
De todas maneras, los autores creen que los resultados están sesgados por los problemas hallados y que, afinando un poco el diseño, estas herramientas digitales pueden resultar una herramienta de acompañamiento terapéutico importante. ¿Será así?