Se sabe que los trastornos de esta índole tienen una carga genética de peso, pero lo que no se ha estudiado a fondo son los factores de riesgo ambientales que son capaces de dispararlos.
Celso Arango, primera firma del artículo, expresó que es necesario “contar con un punto de referencia para avanzar en la caracterización clínica y en la investigación, para expandir la intervención temprana y las estrategias preventivas para los trastornos mentales”.
En apretada síntesis, se extrae del texto que los factores de riesgo principales son: para demencia, diabetes mellitus de tipo 2, depresión y baja frecuencia de contactos sociales. La depresión, a su vez, se relaciona con las muertes de personas cercanas, las disfunciones sexuales, tensión laboral, factores metabólicos y haber sufrido abusos sexuales y/o psíquicos en la infancia. El consumo de drogas psicoactivas y adversidades de peso en la infancia aumentan el riesgo de psicosis. Respecto de los TEA, reputan como máximo inductor el sobrepeso materno antes o durante el embarazo, mientras que para el trastorno por déficit de atención con hiperactividad se señalan tabaquismo y obesidad maternas.
También hacen una clasificación de las evidencias halladas en cuatro tipos, siendo los mismos: I convincente, II muy sugestiva, III sugestiva y IV débil.
El propio investigador citado explica que asociación no implica causalidad y aboga por que se continúen estudiando los factores de riesgo, ya que los trastornos mentales encierran condiciones complejas y que los resultados que se presentan deben tomarse como una pauta para iniciar nuevos trabajos que, sin descuidar los factores genéticos, pongan en la mira los factores ambientales concurrentes.