Su carrera actoral no fue nada fácil. Se postulaba para las audiciones tratando de conseguir algún papel, pero casi invariablemente era rechazado cuando se constataba que no podía hablar. Lejos de amilanarse, insistía una y otra vez, desoyendo las voces que le sugerían que tratara de seguir alguna carrera más tradicional, en la que la capacidad de expresarse oralmente no fuera imperativa.
Seguir su vocación no fue fácil, como lo plasmó en una nota concedida al New York Times: “He pasado por mucho: problemas económicos y opresión, gente que no está lista para trabajar con un actor sordo. Con todas esas luchas y traumas, siento como si tuviera heridas en todo el cuerpo que finalmente se curaron”.
Muchos medios lo dieron como el primer actor con sordera (en el caso de Troy es total), pero omiten que 36 años antes su compañera de elenco en CODA, la película por la que ganó el premio, Marlee Matlin había sido distinguida como mejor actriz principal en el mismo certamen por el film “Children of a Lesser God” (“Te amaré en silencio”, título en Argentina), de Randa Haines, quien, si bien no es completamente sorda, perdió la mayor parte de su capacidad auditiva a los 18 meses de nacer (total en el oído derecho y 80% en el izquierdo) por el virus de la rosácea.
La directora Sian Heder y la producción confiaron tres de los roles principales a actores con la misma condición que sus personajes, un clamor que viene desde hace tiempo para que los intérpretes con discapacidad puedan tener un mayor acceso al teatro, al cine y a la televisión, en lugar de que otros sin discapacidad ocupen sus lugares.