Si bien a la fecha se había logrado copiar prácticamente todos, lo que seguía esquivando los intentos era el tejido óseo. Ello se debe a que los huesos se construyen de una manera distinta, ya que sus diferentes tipos de células se forman dentro de una matriz extracelular, una estructura continua de colágeno y minerales. Pero un grupo de investigadores del Centro Médico de la Universidad Radboud de los Países Bajos finalmente lo ha logrado.
Como relata Anat Akiva, la autora principal del artículo “An Organoid for Woven Bone” (“Un organoide para tejido óseo”), aparecido en Advanced Functional Materials (https://onlinelibrary. wiley.com/doi/10.1002/adfm.202010524), ella y sus colegas descubrieron que, si aplicaban una fuerza mecánica que imitara el estrés que forma los huesos, se puede hacer que las células madre de la médula ósea se transformen y logren disparar el complicado proceso que termina produciendo el organoide deseado.
El producto final tras cuatro semanas de crecimiento en un ambiente controlado fue un pequeño cilindro de tejido óseo, que en los cuerpos vivos es el primer tipo de hueso que aparece, el que luego será reemplazado por una forma más madura.
La utilidad de este descubrimiento es que de ahora en más se podrá observar qué ocurre a nivel molecular cuando el proceso constructivo no es correcto, causando alguno de los desórdenes que afectan a millones de personas, como la osteogénesis imperfecta, que hace que quien la porte sufra cientos de fracturas espontáneas en su vida, o el osteosarcoma, en el que se podrá observar cómo las células cancerosas se infiltran y hacen que se forme el tejido maligno, y otros. Pero también puede mejorar los tratamientos disponibles, verificando en cada paciente los efectos, a partir de crear muestras de su tejido, con lo cual se podrá estar más seguro de cuál es el plan de intervención más adecuado. Y también es posible introducir las distintas anomalías conocidas, observar cómo se producen y buscar la forma de remediarlas sin poner en riesgo a pacientes concretos.