El estudio comprendió a 59 pacientes con diagnóstico de depresión mayor, la mayoría de los cuales presentaba cuadros entre moderados a severos, entre quienes se suministró aleatoriamente a unos el antidepresivo (una dosis diaria) y a otros psilocibina (dos dosis diarias).
Los resultados demostraron que a las seis semanas de tratamiento el 57% de los tratados con el alcaloide mostraron niveles de depresión tan bajos que podía considerárselos en remisión, mientras que solamente el 28% de los pacientes a los que se les suministró el antidepresivo obtuvieron el mismo resultado.
También desde la perspectiva de los efectos colaterales la sustancia con componentes alucinógenos obtuvo una mejor puntuación: solamente dolor de cabeza dentro de las 24 horas de la ingesta. El fármaco convencional, por su parte, además de dicho dolor, produjo náuseas y fatiga en quienes la consumieron.
Se advierte que, aunque promisorios, los hallazgos deben corroborarse con otros que comprendan un mayor número de participantes. También se desalienta la automedicación y se refiere que se obtienen más y mejores beneficios si el tratamiento se hace juntamente con sesiones de psicoterapia.
La investigación sobre los posibles efectos médicos de estos hongos y también sobre el famoso LSD (ácido lisérgico) comenzaron en la década de 1950 y se interrumpieron cuando su uso recreativo ilegal irrumpió en la siguiente.
Es de esperar que este nuevo hallazgo no deba pasar el mismo calvario como el que tuvieron que atravesar otras sustancias como los cannabinoides, de la mano de los prejuicios sociales y las presiones de los laboratorios medicinales para mantener su predominio. Porque, aunque pareciera obvia la broma respecto de que no solamente son mejores sino más divertidas, estas nuevas formas de tratamiento carecen de efectos psicoactivos.