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Discriminación global de las personas con discapacidad

Sorprende que algunos países que, por sus adelantos tecnológicos y sociales, son considerados como ejemplos de desarrollo y convivencia tengan índices de discriminación notablemente altos. A más de una década del dictado de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad es necesario seguir luchando para que el mundo incluya absolutamente a todos.

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Discriminación global de las personas con discapacidad
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Buenas intenciones
A poco más de 12 años de aprobada la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, pese a que algo más de 170 países y organizaciones la han firmado y cerca de 130, incluso, han reafirmado su compromiso ratificándola, a lo que se suma que en algunos de ellos existe legislación que complementa y hasta amplía los derechos amparados por este texto y su protocolo facultativo, la realidad marca que, aunque se han hecho algunos progresos, la discriminación continúa siendo la regla y no la excepción.
El problema nodal parece ubicarse en la incapacidad de muchas personas de lidiar con la diversidad. No se trata de algo nuevo, sino que su persistencia en el tiempo prácticamente puede remontarse a los comienzos mismos de la humanidad, cuando la presencia de otros extraños se vivía como una amenaza.
Vecinos, etnias distintas, costumbres diferentes, religión, sexo, color de piel, ideas políticas, la edad, idioma… La lista de sospechosos excluidos es larguísima.
Podría pensarse que la eclosión de las formas de comunicación en las últimas décadas y la famosa globalización debieran haber desterrado el desconocimiento, factor central de la discriminación, pero, al parecer, la libre circulación global solamente se refiere al dinero y a la captación del mercado y no a las personas. Los conflictos bélicos, la pobreza, la falta de horizontes, las persecuciones son los motores que llevan a la migración. En general, nadie que esté bien en su territorio va a abandonarlo, dejando atrás su vida y sus afectos. Y, a su vez, la discriminación se produce fronteras adentro, sobre todo con las minorías vulnerables, entre las que, desgraciadamente, tienen un lugar de privilegio las personas con discapacidad.

Las realidad: los números globales
Según la Organización Mundial de la Salud, hay más de 1.000 millones de personas con discapacidad en todo el mundo, lo que representa, aproximadamente, el 15% de la población global. Ello hace que, teniendo en cuenta la totalidad de la población, se trate de la minoría más numerosa.
La distribución no es homogénea, ya que existe una estrecha relación entre pobreza y discapacidad. De acuerdo con la misma fuente, el 80% de las discapacidades se produce en las zonas más desfavorecidas económicamente, es decir, los pobres tienden a estar más limitados que aquellos con ingresos más altos, y ello también ocurre hacia el interior de los propios países, donde las zonas con más pobres presentan los índices más altos de discapacidad.
Además, la repercusión que tiene la discapacidad sobre los más pobres es mucho más severa, precisamente por la carencia de medios para enfrentar las situaciones que este hecho produce.
De hecho, muchas de ellas ni siquiera reciben la atención en salud que necesitan. La diferencia es evidente: aproximadamente un tercio de las personas sin discapacidad en el mundo no acceden a ello, cifra que trepa al 50% cuando se trata de aquellas que sí la portan. Además, sufren hasta cuatro veces más maltrato en las instituciones que deben atenderlos y son tres veces más propensas a que se les niegue la atención.
Los niños con discapacidad tienen muchas menos probabilidades de ser escolarizados que el resto. Por ejemplo, en América Latina, la escolaridad de estos apenas alcanza entre el 20 y el 30% e incluso hay regiones de otras partes del mundo en que apenas se llega al 10%.
La desidia estatal respecto de la educación de los niños muestra que solamente en el 28% de los Estados del mundo sus constituciones establecen el derecho a que las personas con discapacidad se eduquen.
A su vez, el empleo es otra cuestión que se les mezquina. Al tiempo que, según la OCDE, la ocupación en el mundo de personas típicas es del 65% en varones y del 30% en mujeres (dato que ya de por sí marca discriminación de género), entre aquellos discapacitados es de 53 y 20%, respectivamente. Y, nuevamente, en las regiones más ricas y con mayor difusión de las problemáticas las tasas de ocupación suben, mientras que en sus opuestas bajan. En América Latina el desempleo de este grupo está cercano al 70%.
La ocupación de estos individuos tampoco parece concitar el desvelo de las autoridades de los diversos territorios, ya que apenas el 18% de los mismos tiene en sus cartas fundamentales la defensa y la promoción del trabajo respecto de ellos.
Otro hecho notable es que, aunque en algunos casos los ingresos que perciben las personas con discapacidad sean similares a las que no la portan, la tendencia es que las primeras tengan un nivel económico más bajo, lo que se explica por un hecho evidente, que tiene que ver con los gastos que demandan muchas de las discapacidades, sobre todo cuando las ayudas sociales son escasas o nulas.
Respecto de esto último, se señala que buena parte de quienes requieren rehabilitación y/o dispositivos de ayuda no acceden a ellos. En algunas regiones de África, solamente entre el 26 y el 56% acceden a lo primero y un porcentaje mucho menor a los aparatos (entre el 17 y el 37%).
Tampoco en este aspecto las constituciones nacionales proveen de respaldo, ya que apenas el 26% protegen la salud de las personas con discapacidad, y solamente el 11% proveen de una ayuda integral para cubrir todas las necesidades de los niños con esa condición.
Otro dato que se señala es que en algún momento de nuestra vida todos portamos alguna discapacidad momentánea, pero también, al llegar a la mayor edad, muchas personas tienen una por el resto de su existencia. Como ejemplo, se estima que en aquellos lugares donde la expectativa de vida ronde los 70 años, cerca de 8 transcurrirán con alguna limitación, lo que implica el 11,5% del período vital.
Por otro lado, distintas organizaciones y medios de prensa de todo el mundo dan cuenta de un fenómeno terrible: el incremento de los crímenes de odio de los que son víctimas las personas con discapacidad, sobre todo en algunos países de Europa, como Gran Bretaña y España, y en los EE.UU., como producto de las nuevas políticas que fomentan, más que intentan disminuir, la discriminación en todas sus formas. Ello se suma a la constatación de que este colectivo ya era 1,7 veces más proclive que la población general a sufrir crímenes violentos, entre otras causas, por su indefensión ante, entre otros, los abusos sexuales, los maltratos, los engaños, etc. Y aunque parezca inconcebible, todavía muchas mujeres con discapacidad mental sufren esterilización forzosa, y no solamente en los países menos desarrollados, como podría pensarse.
De los casi 200 países en que se halla dividido nuestro planeta, solamente 45 han dictado leyes anti discriminación para proteger los derechos (y las personas) de este colectivo.
A su vez, algunas encuestas que se han tomado en distintas partes muestran que, en promedio, el 38% de la población cree que las personas con algún impedimento son una carga para la sociedad.
28% resiente que las personas con discapacidad reciban una mayor atención por parte del Estado.
Casi dos tercios de la población trata de evitar el contacto con individuos de este colectivo porque los incomoda, además de manifestar que no saben cómo deben tratarlos, lo que habla, también, de la falta de información y de difusión de las distintas problemáticas.
Solamente un 7% de la población británica, por ejemplo, acuerda con que una enfermedad mental puede ser reconocida como discapacidad.
Si bien el promedio de personas con discapacidad mundial aceptado por la OMS se establece en el 15% del total, el número trepa al 20% entre las personas pobres.
Aunque la prevalencia de Sida entre las personas con discapacidad es levemente superior a la que se observa en la población general, se estima que buena parte de ellas están excluidas de los tratamientos.
Para 2005, Unicef constató que había alrededor de 150 millones de niños con edades por debajo de los 18 años que portaban una discapacidad.
Una de las mayores causas de discapacidad femenina en el globo está asociada a complicaciones en el embarazo o en el parto, sobre todo por abortos practicados en condiciones infrahumanas, llevados a cabo por personas no calificadas. Además de las numerosas muertes, algo más de 20 millones de mujeres adquieren una discapacidad por esa razón, al no tener asegurado el acceso al control del embarazo y/o al parto seguro, o a prácticas de interrupción en establecimientos y con profesionales adecuados, aun cuando ello sea producto de una violación, como ocurre con demasiada frecuencia.
Las mujeres con discapacidad, por el solo hecho de ser mujeres, suelen ser víctimas de peores tratos (golpes, abusos sexuales, etc.), menores niveles de trabajo y educación y peores índices de salud.

Algunos datos particulares
Suele creerse que en regiones de altos ingresos (en promedio) y con elevados niveles de instrucción la problemática de la discriminación está superada, no es así. Europa es una muestra de ello.
Si bien los niveles de pobreza son, en general, menores, como los porcentajes de personas con discapacidad, la discriminación está muy presente, incluso con manifestaciones en contra, también, de otras minorías y el trato cruel hacia los inmigrantes.
En Europa hay más de 80 millones de personas que viven con discapacidad.
En lo que hace a la educación, hay tres modelos bien definidos: en unos pocos países (Suecia, Noruega, Islandia, Italia y Portugal y algunos más) la gran mayoría de los niños con discapacidad concurren a escuelas comunes; en otros (Bélgica, Holanda, República Checa, Hungría, etc.) es exactamente lo contrario, ya que priman las escuelas especiales; en este sentido, Alemania es uno de los peores, ya que el 85% de los niños con discapacidad en edad escolar concurre a escuelas especiales, lo que también ocurre, aunque parezca mentira, con hijos de inmigrantes y pobres, mayoritariamente. Por fin, existen sistemas mixtos, que involucran a España, Francia, Reino Unido, Polonia y otros.
Respecto de la accesibilidad física, las diferencias son notables, incluso dentro de los propios Estados. En realidad, no existen “países accesibles”, sino, generalmente, ciudades que son muy amigables y otras que parecen no preocuparse para que todos sus habitantes puedan desplazarse por sus calles.
Boras (Suecia), Helsinki (Finlandia), Ljubljana (Eslovenia) y Málaga (España) son algunas de las más accesibles, incluso las tres primeras han ganado premios de accesibilidad otorgados por organizaciones internacionales. Londres ha hecho buena parte de su transporte público accesible, mientras que Holanda tiene el 100% de sus estaciones de tren adaptadas. Pero estas y otras más con distintos grados de adaptaciones son apenas un puñado, que no refleja una realidad regional propicia en este aspecto.
En lo que hace al empleo, mientras que Suecia tenía ocupada al 66,2% de su población discapacitada en edad laboral, en Irlanda solo el 29,8% lo estaba, solamente superada por Hungría, con apenas el 23%. El resto de los países se ubica dentro de esa franja.
América Latina, por su parte, cuenta con algo más de 50 millones de personas con discapacidad, proporción sospechosamente menor (apenas 10%) que el promedio mundial, con una característica propia sorprendente: cerca del 82% de ellas son pobres.
Apenas entre el 20 y el 30% de los niños que están en edad se hallan escolarizados, a lo que concurren la falta de transporte para su traslado, la carencia de capacitación de los docentes, de materiales didácticos adaptados y la escasa existencia de infraestructura escolar adecuada. Por ejemplo, en Honduras la tasa de analfabetismo entre estos niños alcanza el 51%, contra el 19 del resto.
El promedio de desocupación en este colectivo ronda el 80/90%, y aquellos que consiguen un empleo suelen estar remunerados por debajo de lo que corresponde. Se señala que en Argentina el 91% de la población discapacitada se encuentra sin trabajo.
Muchas de las personas con discapacidad de la región no cuentan con acceso a servicios sanitarios adecuados estatales y son sistemáticamente rechazados en los privados pagos. Se estima que menos del 20% de quienes lo necesitan no tienen seguro de salud alguno. Ecuador es, quizás, el extremo más doloroso con alrededor del 84% sin cobertura (datos de 2004).
A su vez, la primera Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México, que tenía como objetivo conocer la percepción de la discriminación entre los habitantes de la capital mexicana, reveló que el 80% de quienes habitan y transitan por ella creen que se discrimina a las personas con discapacidad.
Ciudades como Buenos Aires y otras carecen de accesibilidad en sus calles, de transporte adaptado en cantidad suficiente y de rampas y otras ayudas en muchos de sus edificios públicos.
Por otro lado, políticas recientes del Gobierno Nacional argentino, quitando pensiones a seres humanos que las necesitan, no otorgando nuevas, dejando de abonar distintos servicios que empresas, instituciones y personas brindan al colectivo y restringiendo el acceso a medicamentos y ayudas y otras medidas similares ciertamente son un retroceso y ponen en la mira del Comité de los Derechos de las Personas con Discapacidad a nuestro país por violaciones a la Convención que ampara los derechos del colectivo.

Conclusiones
Como expresamos al comenzar, hay algunos avances (por ejemplo, la mayor parte de las constituciones nacionales reformadas o promulgadas en los últimos años amparan a este colectivo), pero en muchos casos son solamente buenas intenciones, expresiones de deseo que se rubrican en los papeles pero que muy pocas veces implican acciones concretas.
A esta altura de la civilización, era de esperar que la diversidad fuera la regla y la discriminación la excepción, pero no es así.
Es por eso que hay que seguir luchando por los derechos y tratar de agruparse para que la voz de las personas con discapacidad suene más fuerte: el 15% de la población mundial lo reclama.

Algunas fuentes:
– https://www.globalcitizen.org/en/content/living-with-a-disability-in-the-developing-world/
– https://www.dlapiperintelligence.com/goingglobal/employment/index.html?t=09-discrimination
– https://www.un.org/development/desa/disabilities/resources/factsheet-on-persons-with-disabilities.html
– http://newsroom.ucla.edu/releases/ucla-world-policy-analysis-center-assesses-countries-efforts
– http://theconversation.com/around-the-globe-people-with-disabilities-face-unseen-discrimination-we-must-do-better-70235

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