Introducción
La mayoría de nosotros podría pensar que los Trastornos del Espectro Autista y el tracto gastrointestinal no debieran tener más que una vinculación lejana, en el mejor de los casos. Los TEA implican una condición multifacética, con un sorprendente incremento en las últimas dos décadas, cuya causa continúa sin develarse, aunque existen sospechas de que se debe a cuestiones genéticas relacionadas con diversos factores ambientales.
Sin embargo, ya el propio Leo Kanner, al caracterizar lo que denominó Autismo infantil, expresó que 7 de los 11 niños investigados que dieron origen a su descubrimiento presentaban problemas de alimentación y disfunciones del aparato gastrointestinal. Ello ocurrió en 1943, por lo que el lazo entre TEA y problemas gastrointestinales (GI) se remonta a los inicios mismos de estos trastornos del desarrollo.
El tracto gastrointestinal
El tracto gastrointestinal es la interfase biológica con la cual el ser humano se conecta con el mundo circundante. Su función primaria es absorber moléculas externas e incorporarlas al cuerpo.
Este proceso comienza inmediatamente después de la ingesta de alguna sustancia, disparando el complejo mecanismo de absorción, mediante el cual los alimentos y demás son degradados a la condición de moléculas simples a través de la masticación, la actividad de las enzimas salivales, las gástricas, el ácido estomacal, otras sustancias presentes en el duodeno, el aporte del páncreas y de la bilis. Todo ello tiene como objetivo que el intestino delgado pueda absorber esas minúsculas partículas, para lo cual es imprescindible que la arquitectura de las paredes intestinales esté en buenas condiciones.
Existen evidencias de que problemas en esta parte vital del cuerpo humano traen consecuencias neurológicas directas e indirectas, como ocurre con la Enfermedad Celíaca, la Alergia Alimentaria por IgE (inmunoglobulina E, presente en las reacciones alérgicas) y la Enfermedad de Crohn, entre otras. Por ejemplo, en esta última, pueden producirse patologías arteriales en el cerebro, trombosis venosas, neuropatía periférica (incluidos procesos desmielinizantes), asociaciones con otros síndromes y patologías (esclerosis múltiple, Síndrome de Cogan, etc.), además de alteraciones psiquiátricas (ansiedad, fobia, depresión y más).
Obviamente, las consecuencias de la relación de problemas GI y los trastornos autistas no es tan dramática, aunque tampoco deben desdeñarse.
Diversos estudios, conclusiones similares
Existen muchos trabajos de investigación que relacionan TEA y problemas gastrointestinales.
Uno de ellos fue realizado por la Universidad Vanderbilt de los EE.UU., en el cual se partió de la constatación de que en algunos casos de autismo hay mutaciones genéticas que inhiben una sustancia denominada serotonina, neurotransmisor que permite la comunicación entre neuronas, además de otras funciones (tendría que ver con el estado de ánimo, las emociones, el apetito, la digestión y más). Lo sorprendente es que apenas el 5% de dicha sustancia se encuentra en el cerebro, mientras que la mayor parte está radicada en el sistema gastrointestinal, por lo cual cualquier cambio al respecto incide en ambas locaciones.
Las mutaciones tienen efecto sobre el transportador de recaptación de la serotonina, una proteína que reintroduce dicha sustancia en las células para reciclarla, lo que reduce la neurotransmisión. En animales de laboratorio se han observado que los cambios en ese sentido producen síntomas similares a los que presentan niños con TEA (comportamientos repetitivos y nula o escasa interacción con otros individuos), además de una reducción del número de neuronas en el intestino y al mismo tiempo alteraciones en las paredes intestinales y movimientos más lentos de su contenido, por lo cual los ratones modificados genéticamente mostraron cuadros de estreñimiento, problema frecuente en los niños con autismo.
Luego el mismo equipo quiso verificar si estimulando la actividad serotónica en el desarrollo mediante el suministro a hembras gestantes de inhibidores de la recaptación se producían consecuencias opuestas, cuestión comprobada.
El estudio sugiere que, en algunos casos, los problemas neurológicos y gastrointestinales presentes en muchas personas con TEA pueden ser consecuencias de una anomalía genética común, sobre todo teniendo en cuenta que en el intestino se hallan alrededor de 200 millones de neuronas, muchas más de las que se encuentran en la espina dorsal, y que se comunican con el sistema nervioso central a través de los sistemas simpático y parasimpático.
Por otro lado, un metaestudio realizado en Venezuela, publicado en el portal de Linca, una entidad sin fines de lucro con 20 años de presencia en la difusión de información sobre el autismo, explica que en los niños con alguno de los TEA los problemas gastrointestinales son mucho más frecuentes que en el resto, implicando diarrea crónica, constipación, heces malolientes, dolor y distensión abdominal, flatulencia fétida, trastornos en la conducta alimentaria, náuseas, vómitos y/o pérdida de peso.
Las exploraciones endoscópicas del tubo digestivo de estos pacientes han mostrado que existen en ellos lesiones tanto en el intestino delgado como en el grueso, y en muchos de ellos, en ambos. Ulceraciones, erosiones, eritemas (trastorno de la mucosa que se produce cuando hay un exceso de riego sanguíneo por vasolidatación), hiperplasia nodular (tumores benignos) y destrucción de las vellosidades intestinales son los hallazgos más frecuentes.
El trabajo afirma que no se puede establecer con seguridad por qué se producen estas lesiones, aunque se sospecha que podría tratarse de un fenómeno de autoinmunidad, lo cual no sería extraño, ya que aproximadamente el 70% de las células de nuestro sistema inmune habitan en el intestino.
Científicos enrolados en la Universidad de California en Davis evaluaron la existencia de problemas gastrointestinales en niños en edad preescolar con y sin diagnóstico de autismo. El trabajo abarcó a 255 participantes (184 varones y 71 mujeres) diagnosticados y un grupo de control de 129 individuos (75 masculinos y 54 femeninos), todos comprendidos entre las edades de dos y tres años y medio.
Se consultó a los padres acerca de la frecuencia con que sus hijos experimentaban signos de problemas gastrointestinales tales como dificultades para tragar, dolor en el abdomen, distensión abdominal, diarrea, estreñimiento, deposiciones dolorosas, vómitos, sangre en las heces y otros.
Las conclusiones mostraron que los niños portadores de algún diagnóstico de TEA tenían una propensión 2,7 veces mayor de padecer algún problema gastrointestinal, tan es así que casi el 50% de ellos reportaron síntomas frecuentes al respecto contra apenas el 18% de los pertenecientes al grupo de control. A su vez, el 30% de los primeros tenían más de un síntoma en ese rubro. Dichos síntomas se asociaron con problemas con el sueño y la atención y con conductas problemáticas, sobre todo en lo referente al daño autoinfligido, las agresiones y las conductas restringidas o repetitivas, ello tanto en los diagnosticados como en los controles, aunque en aquellos con alguno de los TEA la gravedad era sustancialmente mayor.
En el centro de investigación colaborativa internacional MIND (Medical Investigation of Neurodevelopmental Disorders), con sede en la misma Universidad de California, se llevó adelante un trabajo que logró establecer ciertos vínculos entre TEA y problemas GI. Para ello se aplicaron dos cuestionarios a padres de 1.000 niños con autismo comprendidos entre los 2 y los 5 años.
En la primera batería se requirieron datos de la historia clínica de los pequeños en lo referente a padecimientos gastrointestinales, mientras que la segunda se enfocó en el comportamiento de los niños en aspectos tales como irritabilidad, retraimiento social, conductas repetitivas, hiperactividad y habla inapropiada, entre otros ítems.
Las conclusiones dan cuenta de que los hijos con autismo presentaban de seis a ocho veces más problemas tales como sensibilidad hacia la comida, hinchazón, estreñimiento, diarrea y dificultades para tragar.
La Dra. Virginia Chaidez, directora del proyecto, expresó: “Los problemas gastrointestinales que padecen podrían ser bidireccionales. Estos podrían crear problemas de comportamiento y esos problemas de comportamiento podrían crear o exacerbar los problemas gastrointestinales”.
También un estudio de gran envergadura, que incluyó nada menos que a 300.000 niños de los EE.UU., concluyó que los niños con autismo son un 67% más propensos a recibir un diagnóstico de enfermedad inflamatoria del intestino.
Otro realizado por personal de los Uniformed Services University of the Health Sciences del Hospital Bethesda, en el mismo país, tomó los datos de la base de datos del cuerpo militar de los EE.UU., donde hallaron constancias en 48.762 historias clínicas de hijos de soldados con al menos dos diagnósticos de autismo comprendidos entre las edades de 2 y 18 años. Al mismo tiempo, utilizaron como grupo de control a otras 243.810 personas en el mismo rango etario y con idéntica distribución por sexo.
Asimismo, buscaron dentro de ambas cohortes diagnósticos de enfermedad inflamatoria intestinal, cuyas dos formas más usuales son la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn. Para evitar la existencia de falsos positivos, se requirió, que, además, a los pacientes se les hubiera prescripto medicación acorde.
Se encontraron 86 niños en el grupo primario y 258 en el grupo de control que cumplieron con el doble criterio que confirma el diagnóstico de la enfermedad inflamatoria intestinal. Teniendo en cuenta los valores absolutos de integrantes de cada uno y la cantidad de casos informados, resulta que los pacientes con diagnóstico de autismo presentaron una afectación de casi un 70% más que la hallada entre los controles.
También un estudio llevado a cabo por investigadores pertenecientes a la Universidad de Duke y la Escuela de Medicina del Este de Virginia, nuevamente de los EE.UU., publicado en PubMed, portal de noticias científicas y motor de búsqueda perteneciente a la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, el cual incluyó una muestra de 176 niños (140 varones y 36 mujeres) diagnosticados con autismo con un rango etario entre 2 y 7 años, llegó a la conclusión de que el 93,2% de los voluntarios participantes presentaba al menos un síntoma gastrointestinal, mientras que el 88,1% tenía más de uno. Los más frecuentes fueron constipación, las restricciones alimentarias por selectividad, flatulencia y dolor estomacal.
En el mismo trabajo hallaron una correspondencia importante entre la severidad de los síntomas GI con las conductas repetitivas y las estereotipias. También se postula que a mayor gravedad de los signos autistas, mayor intensidad en los problemas gastrointestinales. Por otro lado, aseveran que no es posible asociar estas disfunciones con las dificultades sociales y de comunicación, al menos no de una manera significativa, y confirman lo postulado por otras investigaciones acerca de que los problemas en el tracto gastrointestinal se hallan en vinculación estrecha respecto de la tendencia a la irritabilidad y a las conductas agresivas que suelen presentarse en algunos niños portadores de TEA. Lo que no pudieron establecer es cuál de las dos instancias es la de origen, si las patologías gastrointestinales o el autismo.
La relación entre el sistema inmune y los problemas gastrointestinales en niños con autismo fue objeto de otro trabajo de investigación de MIND a través de la Universidad de California. En este caso, se tomaron muestras de sangre y de heces de 103 niños con edades de 3 a 12 años y se los dividió en cuatro grupos: niños con TEA y problemas GI, con TEA y sin problemas GI, sin TEA y con problemas GI y sin ninguno de los dos.
Tras evaluar los resultados de los análisis, los investigadores hallaron que aquellos pacientes que portaban la doble condición mostraban diferencias significativas respecto de los integrantes de los otros tres grupos. La más importante de ellas era que tenían más altos niveles de citoquinas inflamatorias (pequeñas moléculas mensajeras que promueven las inflamaciones), lo que repercutía en forma de problemas GI.
A su vez, en los individuos con autismo con y sin inconvenientes gastrointestinales se observaron niveles mucho más bajos de TGF beta 1, una proteína que ayuda en la regulación del funcionamiento del sistema inmune, lo que sugiere que, aunque estos últimos no sufran de problemas en el tracto digestivo, es posible que presenten inflamaciones en alguna otra parte del cuerpo. Pero también se señala que, como esa sustancia cumple un rol principal en el neurodesarrollo (entre otras funciones, interviene en el control del crecimiento celular, en la proliferación de las células, en los procesos de diferenciación y en la destrucción o muerte celular programada, con el objeto de evitar la superpoblación), esta proteína podría ser el vínculo entre los problemas neurológicos y las disfunciones del sistema inmune.
Existen muchísimas otras investigaciones que muestran que TEA y problemas gastrointestinales van de la mano en muchos individuos.
Cómo detectar los problemas GI y factores de riesgo
En muchos de los niños diagnosticados con alguno de los tipos de autismo puede resultar difícil la detección de signos de malfuncionamiento gastrointestinal. Ello, sobre todo, en aquellos que tienen problemas de comunicación, ya que no pueden expresar lo que sienten.
Algunos de los signos resultan obvios, como, por ejemplo, la diarrea o los vómitos, pero otros, como los dolores o el reflujo no son tan visibles. Por ello hay que estar atentos a:
– Si el niño hace presión sobre su estómago o el abdomen reiteradamente.
– Si su conducta empeora después de comer.
– O si sucede lo mismo con la ingesta de ciertos alimentos.
Por otra parte, hay factores que pueden producir o empeorar problemas GI ya existentes.
El estrés es uno de ellos. Muchas personas, con o sin TEA, hemos experimentado problemas en ese sentido ante situaciones estresantes. En los niños con autismo el estrés es un componente habitual de su sintomatología. Entre los elementos más frecuentes que aumentan la carga se hallan las interacciones negativas con compañeros de escuela, incluido el bullying; las dificultades con el trabajo escolar; los cambios en las rutinas; los desafíos sensoriales, tales como los ruidos, las luces intensas o los aromas fuertes, y los cambios en su entorno (llegada de un hermano, mudanzas, divorcio, muertes de allegados, etc.). Lo que se recomienda es bajar el nivel de los estresores en la medida de lo posible.
La comida selectiva es otra fuente de problemas GI. Cuanto más restringido sea el rango de alimentos que el sujeto acepte, el bioma del intestino estará más limitado, sobre todo ante la carencia de ingesta de frutas y vegetales, y ello puede y suele derivar en el aumento de los síntomas. La solución es intentar proveer una alimentación nutritiva, variada y sana.
Respecto de esto último, si bien existe abundancia de información respecto de que ciertas dietas (las libres de gluten o caseína, por ejemplo) mejoran varios de los síntomas de los TEA (sobre todo los relacionados con la conducta), aunque en algunos casos puntuales ello puede ocurrir, no hay evidencia científica de que las mismas disminuyan los comportamientos agresivos, la irritabilidad o cualquiera de los demás signos frecuentes en la mayor parte de los diagnosticados. Es por ello que se aconseja buscar ayuda profesional en lo referente a los hábitos alimentarios. Hay que tener en cuenta la posibilidad de la existencia de alguna alergia hacia determinados alimentos o sustancias, que es donde las mencionadas dietas y la cetogénica pueden aportar alivio.
Las recomendaciones generales que hacen los profesionales en este campo son dos, básicamente: ajustar la dieta de los niños sin sacrificar los aspectos nutritivos y ayudarlos a expandir sus elecciones alimentarias.
Para terminar
Si bien los síntomas GI no son propios del autismo y sus variantes, la mayor parte de los expertos en la materia señala que estos problemas son mucho más frecuentes en ellos que en el resto de la población.
Lo que sorprende es la enorme diferencia en la cuantificación, ya que algunos trabajos afirman que la prevalencia es ocho veces mayor, mientras que otros la establecen en números mucho más bajos. Incluso hay investigaciones que aseguran que el 90% y más de los diagnosticados con TEA presentan dificultades gastrointestinales, mientras que otras hablan de solamente un 9%.
Los profesionales que trabajan con metadatos, es decir, analizando los estudios previos en determinada materia, apuntan a que ello sucede por la diferencia de criterios al recabar datos y a que, en muchos casos, los estudios abarcan pequeños universos de pacientes, por lo cual los resultados no son extrapolables a la población general.
Sea como sea, parece que en muchos niños con autismo su condición puede provocar problemas gastrointestinales (y no al revés), por lo que es necesario estar atentos a los signos y buscar soluciones que posiblemente mejoren muchos aspectos de los síntomas.
Para consultar:
– https://autismodiario.com/2016/05/03/problemas-gastro intestinales-tea/
– https://autismodiario.com/2011/07/14/las-dietas-libres-de-gluten-y-caseina-y-su-validez-en-la-intervencion-en-el-autismo/
– https://health.ucdavis.edu/health-news/newsroom/gi-symptoms-linked-to-behavioral-problems-in-children-especially-those-with-autism/2020/08
– https://www.medicalnewstoday.com/articles/321566#The-gut-and-the-immune-system
– https://www.sciencedaily.com/releases/2020/12/2012030945 42.htm
– https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32972215/
– https://www.spectrumnews.org/news/large-study-ties-gut-issues-autism-inflammation/
– https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3981895/
– https://journals.lww.com/hrpjournal/fulltext/2014/03000/gastrointestinal_issues_in_autism_spectrum.5.aspx
– https://www.clikisalud.net/autismo-y-problemas-gastrointestinales/
– https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/autism-spectrum-disorder/expert-answers/autism-and-digestive-symptoms/faq-20322778
– https://www.infosalus.com/salud-investigacion/noticia-problemas-gastrointestinales-vinculados-problemas-comporta miento-ninos-especialmente-autismo-20200811160712.html
– https://www.linca.org/mani festaciones-gastrointestinales-en-trastornos-del-espectro-autista/